“Hoy los viñateros atravesamos una situación insostenible, que nos llena de tristeza, angustia y desazón. El precio que recibimos por nuestra uva, el mismo en pesos que hace cuatro años, no nos alcanza para cubrir los costos, lo que nos lleva inexorablemente a la desaparición. Tan grave es que hay daños que ya no podrán ser reparados”.
Fue ése el primer párrafo del discurso que la titular de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar), Hilda Wilhelm de Vaieretti, brindó en el Desayuno de Trabajo que se ha convertido, con el correr de los años, en el centro de la atención del sector político y empresario durante la Fiesta de la Vendimia.
Aunque este año, lamentablemente, hubo una evidente ausencia de funcionarios nacionales lo que podría interpretarse por un doble motivo: por un lado, porque en el Gobierno Nacional son conscientes de que las economías regionales -no sólo la vitivinicultura- se encuentran en crisis y por ende los discursos son de contenido crítico; por el otro, el político, a modo de respuesta a un cierre de listas del oficialismo que dejó afuera a los preferidos de la Presidenta.
A medida que transcurría el discurso y se multiplicaban los signos de aprobación por parte de los asistentes, los rostros del ministro de Agricultura de la Nación, Carlos Casamiquela y del gobernador de la Provincia, Francisco Pérez, intentaban mantener la calma, pero a sabiendas de que todo lo que escuchaban es nada más y nada menos que la cruda realidad por la que atraviesa la principal industria de base agrícola en la región.
Wilhelm destacó, entre otros aspectos, que la vitivinicultura pasa por una inédita situación de gravedad, cuyo principal síntoma es la acumulación de stocks, y que la inflación y el valor del dólar son las principales causas del problema, asegurando entonces que “en condiciones normales de competitividad, no sobra ni un productor ni una hectárea de viña ni un grano de uva ni un litro de vino ni una sola bodega”.
Recordó, en ese plano, que sin inflación y con un dólar competitivo, esta misma vitivinicultura no tenía un litro de excedente y hasta tuvo que importar vino, en 2010, para poder cubrir la demanda de los mercados.
La dirigente aseguró que la industria no pide una devaluación, porque la misma es devorada rápidamente por la inflación, ni tampoco quiere subsidios u operativos complejos de dudoso o nulo impacto sino que reclama un tratamiento diferencial para las economías regionales.
Planteó una revisión de la legislación tributaria, especialmente con respecto a las bebidas industriales que tienen alta concentración y baja incidencia de mano de obra y valor agregado, en velada respuesta a la satisfacción señalada por la Presidenta por el aumento en el consumo de una determinada bebida gaseosa.
El cierre del discurso fue tan duro como la apertura, al señalar que “la vitivinicultura llegó a estas tierras hace quinientos años y acá estamos, creciendo, generando cultura, trabajo... si nos dejan”.
El Gobernador centró su discurso en los anuncios efectuados por el Ejecutivo para intentar sacar del mercado los 200 millones de litros que generan sobrestock, mientras el ministro Casamiquela, imposibilitado de hablar de inflación, dólar desfasado y problemas de las economías regionales, temas prohibidos por el Gobierno nacional, se limitó a anunciar montos de cuasi subsidios, precisamente un tema que rechaza la industria.
También dijo que en la vitivinicultura hay pocos que ganan mucho y muchos que ganan poco, olvidando que, en la situación actual, la perinola de la economía a que nos ha llevado el Gobierno nacional, siempre cae en “todos pierden”.
Tanto Wilhelm en la Coviar, como el titular de Bodegas de Argentina, Juan José Canay, en el Agasajo de las Fuerzas Vivas, mostraron la cruda realidad de una industria que, a lo largo de las últimas décadas, ha demostrado madurez y fortaleza de crecimiento, siempre y cuando las políticas nacionales no jueguen en contra, como viene sucediendo en los últimos cuatro años.