El celular, la afabilidad y la comunicación (1ra parte)

La historia de las palabras es fascinante: nos da, para cada vocablo, una gran riqueza de acepciones a lo largo del tiempo y nos permite conocer la escala de valores en cada época y para cada civilización.

Esta reflexión puedo hacerla en mis horas de soledad cuando, al término de una jornada, realizo el balance de lo ocurrido en el día.

Así, hace unas semanas, después de una conferencia, pude tener una idea exacta de la sobredimensión que ha adquirido el celular en la vida de todos -o de casi todos-, especialmente de las generaciones más jóvenes.

Fue entonces cuando me puse a pensar cómo es que ese objeto, tan útil a la comunicación, debe su nombre a una palabra que ha viajado a través de los siglos y que ha visto evolucionar su significado, hasta prácticamente desvirtuar el valor original.

Si fuera a narrar un cuento y mi auditorio fuera un grupo de niños, comenzaría mi relato con la fórmula estereotipada “había una vez…” o “érase una vez, hace más de veinte siglos”.

Con ello, quedaría enmarcada mi narración en una época lejana; en efecto, los romanos y su latín, que han dado tanto a nuestro español, poseían un sustantivo, “cella”, cuyo valor significativo era “lugar donde se encierran y guardan provisiones, como despensa o granero y, en general, cualquier dependencia de la casa”; esa palabra tenía un diminutivo, “cellula”, con el valor de “celdilla o habitación pequeña”.

De esta forma en diminutivo proviene nuestro sustantivo ‘célula’, con el valor, en el ámbito biológico, de “unidad fundamental de los organismos vivos, generalmente de tamaño microscópico”; en el vocabulario general, significa “grupo reducido de personas que funciona de modo independiente, dentro de una organización, ya política, ya religiosa”.

Es de este vocablo de donde deriva el adjetivo ‘celular’, que forma la expresión ‘teléfono celular’, con el significado de “aparato portátil de un sistema de telefonía móvil”; por razones de economía en el habla, en la prisa cotidiana, decimos ‘el celular’ y le conferimos al término valor sustantivo. ¿Qué importancia tiene este aparato en nuestras vidas? ¿Hasta qué punto nos hemos hecho sus esclavos?

Puesta la mirada en una calle cualquiera, podemos observar sin sorprendernos que la mayoría de los transeúntes camina con un celular en la mano, leyendo una noticia, escribiendo a la ligera un whatsapp o, para decirlo como el presidente de la Real Academia, un “wasap”, hablando con un interlocutor lejano, escuchando música, obteniendo y mirando fotos, en fin, otorgándole una pluralidad de funciones que lo tornan insustituible.

Es indudable que las ventajas que se derivan de su uso son múltiples: acorta distancias, alivia ausencias, ameniza esperas, graba gráfica o auditivamente momentos únicos, almacena datos, soluciona dudas a través de búsquedas inteligentes. (Continúa el sábado 8)

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