El cambio cultural y su imparable fuerza centrífuga

"Ninguna estructura social pasa a un nuevo nivel hasta no resolver todas sus contradicciones" F. Hegel

Vamos hacia el segundo round, en octubre.

La resistencia al cambio, el pasado expresado de forma más clara en Cristina Fernández, luego de haber “sobrevivido” el domingo, volverá a la carga para ver si puede.

Con las mismas herramientas, porque el pasado tiene el problema que no puede construir algo nuevo: le es imposible, por eso usará los mismos argumentos que usó en las dos últimas elecciones: el miedo, “gobierno de ricos” “es el neoliberalismo”, “los despidos masivos”,” el hambre”, etc.

Esas gerramientas no le han servido hasta ahora, pero siempre se vuelve a ilusionar porque, para el pasado, “todo tiempo pasado fue mejor”.

Su problema es que está inhibida para construir el futuro. Le es imposible, por más que se quiera mimetizar y deje los trajes, relojes caros y se ponga ropa “clase media”, coloque candidatos “jóvenes”, lo que es más dramático, porque esos “jóvenes” son en realidad “jóvenes viejos” ya que, si bien tienen poca edad, piensan como se pensaba hace 50 ó 60 años.

El caso más patético fue la “nueva y joven” candidata Fernanda Vallejos, que luego de que en su primera entrevista afirmara que a Boudou lo perseguían igual que a Yrigoyen y a Perón, la tuvieron que esconder.

Vamos hacia un segundo round en octubre y todo dependerá de la fuerza que tenga el cambio, para terminar de separar definitivamente el pasado.

Por su parte el resto del peronismo, como viejo partido del poder, está en una crisis terminal: sale disparado hacia el futuro y entra en una autocrítica profunda, desprendiéndose de su práctica política de los últimos setenta años, su modo de entender cómo usar al Estado y acepta los valores de la democracia republicana o le espera un futuro parecido al radicalismo, con la crisis de 2001: desaparecerá como opción nacional, quedando reducido a alianzas provinciales y sólo en algunas provincias.

El futuro y el cambio no perdonan a los que no quieren verlos y aceptarlos.

Por eso, hoy el “cristinismo”, del “vamos por todo” y el 54%, peleó voto a voto por una sola provincia: la de Buenos Aires, por un cargo senatorial y especialmente, para poder contar con sus fueros.

La etapa de transición entre lo que somos hoy como sociedad y lo que queremos ser, va a durar mientras el pasado encarnado, electoralmente, en “Unidad Ciudadana”, tenga posibilidad de continuar.

Este tipo de transición es, siempre, el peor de los escenarios.

Todo entra en crisis; los valores son todos cuestionados. Nunca como ahora se vio y se verá “la Biblia junto al calefón”, donde vale todo.

El cambio tiene capacidad para traer todo los males del pasado y ponerlos en acción y especialmente si éste está desesperado.

Así aparecieron todos los vicios de nuestra política: testimoniales, mentir descaradamente; para ser candidato bastó con tener rating, mimetizarse de oveja, etc.

Frente a la gran confusión, porque “los líquidos han sido todos batidos” y todo está en suspensión, los representantes del pasado se encargaron de generar permanentemente mayor ambigüedad.

Frases como “todos somos ladrones” y “no miren más para el pasado”, buscaron mezclar bien, para que todo estuviera confuso y poco transparente.

Por otro lado, esta transición será más larga cuanto menos claridad tengamos nosotros, respecto de qué sociedad queremos y hacia dónde queremos ir.

Aquí se ve la confusión que todavía tenemos, respecto de lo que queremos ser: la corrupción y la impunidad pasan de ser lo más importante a un tercer lugar. Luego sube la inseguridad y de golpe pasa a ser primero la economía.

No tenemos aún en claro que prosperidad económica duradera y definitiva, con corrupción e impunidad estructural, no son posibles.

Poco dependieron estas elecciones, del éxito de Cambiemos para manejar la economía, porque no fue la economía el problema central que estaba y está hoy en juego, ya que venimos saliendo de crisis económicas desde hace 60 años y el país sigue siendo potencialmente rico, sino que la verdadera causa fue y es cultural y tiene que ver con nuestro modo de ser y entender la solidaridad, la ley , la división de poderes, la idoneidad de la representación política y gremial, la administración eficiente y ética del estado, la productividad, el contribuyente, etc.

Ahora veamos las fuerzas centrífugas que despertó el cambio, recordando que fuerza centrífuga es “la fuerza que huye del centro”.

Estas fuerzas del cambio estructural van separando cada vez, con mayor fuerza, las posturas más antagónicas que representan Macri - Cambiemos y Cristina Fernández con su Unidad Ciudadana.

Así las posiciones intermedias van quedando cada vez más desdibujadas, porque la energía de cambio desatada plantea, y cada vez más claro hacia octubre, que lo que está en juego es el pasado vs. el futuro.

Las fuerzas del medio, además hoy, son en su mayoría ex - K: Randazzo, Massa, Bossio, Pichetto, Alberto Fernández y un largo etc. que clamaron y claman porque nos centremos en el presente y nos olvidemos inmediatamente del pasado.

Macri también tuvo internamente una gran discusión entre el pasado y el presente, por eso se cerró cada vez más, en estas elecciones pasadas, en torno a su grupo más duro.

Para empezar a salir de esta transición dolorosa, después de octubre y suponiendo que Macri gane por una mayor diferencia, será necesario llamar a un acuerdo de los sectores sociales y políticos, que realmente estén dispuestos a dar vuelta la hoja del pasado, y empezar a generar políticas de Estado que empiecen a construir un futuro sustentable con mayor riqueza, educación y armonía social.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.

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