El ajuste afecta sólo al sector privado

Más allá de las consignas de sectores sindicales y de la oposición, sólo el sector privado está soportando el ajuste de las variables mientras el Estado sigue sin transformarse.

Por Rodolfo Cavagnaro  -  Especial para Los Andes

Es muy difícil hablar de ajuste en la economía cuando aumenta el gasto público y el déficit. No importa cómo se financie, el aumento del gasto tiene consecuencias inflacionarias. Ya sea porque se emite moneda, o porque se tome deuda en el exterior. Esos dólares deberán ser vendidos al Banco Central, que deberá emitir moneda para comprarlos.

No obstante, es común escuchar quejas de sectores populistas y de la izquierda acusando al Gobierno de practicar un “brutal ajuste”, para lo cual le piden medidas que tenderían a aumentar el gasto y el déficit. Todo un contrasentido.

Según datos de la AFIP, desde diciembre de 2015 hasta setiembre de 2016 se habían perdido 127.595 puestos de trabajo formales, equivalentes al 1,5% de la totalidad de los trabajadores registrados. De ese total, 7.719 pertenecían al sector público y 119.876 al sector privado. Esto muestra a las claras que las manifestaciones de ATE en todo el país tienen un total contenido político, porque el movimiento en el sector público ha sido casi insignificante.

El sector que registra la mayor pérdida es el de la construcción. Le siguen, en orden decreciente: actividades administrativas, Industria manufacturera, servicios de transporte y almacenamiento, profesionales y servicios de alojamiento y comida. Los sectores que crecieron fueron los de servicios de intermediación financiera (9.420), educación (9.114), comercio (4.176) y salud (3.747).

Un gradualismo lento

Desde el inicio de la nueva gestión se planteó no realizar correcciones violentas de la economía para no producir impacto social, para lo cual el Estado mantuvo muchas líneas de subsidios y se cancelaron algunos contratos vinculados con el gobierno anterior mientras se dieron altas de contratos vinculados a la nueva gestión.

Donde parece haber un desacople es entre la política fiscal y la monetaria, ya que mientras el gobierno mantiene el gasto (generando inflación) el Banco Central subió las tasas para contener la inflación, pero lo hizo a niveles tan altos que paralizó la economía. En marzo pasado la tasa de las Lebac era de 38%, lo que incentivó la típica “bicicleta financiera” y produjo ingreso de capitales especulativos que, además, no permitieron que la paridad cambiaria acompañara los índices de inflación. También contribuyeron los préstamos que tomaron el Estado nacional y varias provincias.

El Gobierno, además, hizo muchas concesiones que significaron menores ingresos fiscales pero no hubo alguna decisión que le permitiera aumentarlos. Ya que no podía poner nuevos impuestos, la única salida era por la vía de una reactivación de la economía, algo que parece habrá que esperar hasta el año próximo para poder verlo.

Lo que está claro es que el Estado, en todas sus dimensiones, no ha dado señales de cambio, de transformación ni de búsqueda de la eficiencia. Subsisten los mismos bolsones improductivos con procedimientos para “cuidarse” que sólo sirven para retrasar las prestaciones en perjuicio de la población que las necesita.

El gradualismo del gobierno, por ser cuidadoso en extremo y muy sensible a las críticas de opositores y sectores interesados, se ha hecho excesivamente lento y hoy enfrenta el problema que los supuestos beneficiarios de esas políticas son los que más críticas le tiran porque están perdiendo la paciencia. Es más, el bono de fin de año que la Nación pagará a los estatales nacionales, que son los que tienen los sueldos más altos, es una tremenda injusticia con el resto de los trabajadores, ya sean provinciales o privados que seguramente no cobrarán o tendrán un ingreso adicional muy magro.

Mendoza con mala temporada

La economía de Mendoza es muy sensible a la competitividad del tipo de cambio. Del mismo dependen las exportaciones del sector primario, de algunos sectores agroindustriales y el turismo. Por el panorama que se avizora, y en función de la mala temporada invernal y de primavera, es posible que haya poca producción en la mayoría de las líneas productivas. Incluso la vitivinicultura es posible que aún no alcance una cosecha normal.

Todo esto supone menor ocupación de mano de obra temporaria y menor actividad en general en la zona agrícola, mientras que en las áreas más pobladas no se espera una recuperación del sector industrial ni del turismo. Sólo queda alguna esperanza de alguna reactivación del sector comercial. El sector turismo deberá competir con ofertas muy atractivas de destinos del exterior y sólo la reapertura del aeropuerto puede ayudar a dar un poco más de movimiento.

Sólo queda alguna esperanza en una reactivación del sector de la construcción, ya sea por vía de obras nacionales como de algunas anunciadas por la provincia. También los municipios contarán con fondos nacionales para obras de infraestructura básica.

En la provincia también están impactando los mismos males que aquejan a todas las economías regionales, como las altas tasas de interés bancarias, las altas tasas impositivas de todas las jurisdicciones y los costos de la logística, entre otros. Para las empresas es muy complejo avanzar en inversiones cuando vienen descapitalizados de los últimos cuatro años y muchas ya han desaparecido en el medio de este proceso.

El Gobierno nacional viene augurando un futuro venturoso pleno de felicidad, mientras desde la oposición peronista (en todas sus ramas y coloridos) aparecen iniciativas tendientes a aumentar el costo fiscal con la idea de generar mayor inflación y conseguir un impacto político. Entre el gobierno que no acierta y la oposición irresponsable que pretende volver al pasado, la gente se está cansando de la clase política. Y eso no es bueno ya que puede derivar en procesos que ya se han vivido en América Latina, con liderazgos mesiánicos y autoritarios.

No se puede volver sobre los pasos dados, pero se puede recorrer otro camino con mayor iniciativa. El grave problema es que el gradualismo, al ser tan lento, se ha transformado en un ajuste en sí mismo y el gobierno parece entrampado y sin salida. Ya ni Trump sirve de excusa o de causal de optimismo. Argentina depende de las decisiones que tome su clase dirigente que, hasta ahora, no dirige ni marca un rumbo claro.

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