Dependiente de las individualidades

Sin demostrar mejora alguna en lo colectivo, Independiente encontró el empate ante Los Andes gracias a sus únicas dos esperanzas de gol: Tarragona y Cardozo.

Cuando no se encuentra un funcionamiento asociado y atildado, absolutamente todo queda circunscripto a la aparición del talento individual como única alternativa válida a la hora de ir a buscar un resultado al área de enfrente. Y claramente las posibilidades concretas de apoderarse de un resultado positivo quedan reducidas a una mínima expresión, lo que termina favoreciendo ampliamente al rival de turno.

Independiente es dependiente del oportunismo de Tarragona, de las pegadas de González o Cardozo o, en menor medida, de un yerro adversario que le permita ponerse en situación propicia de gol. No hay otro camino para llegar al gol.

A la Lepra le cuesta horrores convertir porque, por sobre todas las cosas, tampoco tiene volumen de juego, dinámica ni desequilibrio para romper la armonía de defensas a las que se les hace muy sencillo destruir todo arrebato ofensivo del Azul.

Ofensivamente el equipo es predecible, redundante y sin cambio de ritmo. Juega a la misma velocidad a la salida del área, en el mediocampo y también en los últimos metros. Independiente termina siendo una suma de voluntades individuales que van hacia adelante sin libreto alguno, esperanzados de que en algunos de esos tantos intentos algo va a terminar encontrando.

Muchas veces no encontró nada. Ayer, sí. El 0-2 obligaba a llevar el “a la carga Barraca” a su máximo exponencial y con muy poquito lo logró empatar.

Un tiro libre muy mal ejecutado los pasa a todos y le quedó a Tarragona por el segundo palo para el descuento. Luego, un tiro de esquina de Cerutti que cae cerca del punto penal, sale mal el arquero Gagliardo y Cardozo metió un tremendo zurdazo para el 2-2 que sería definitivo.

¿Y lo pudo haber ganado, entonces? Claro que sí. Ya con el envión podía suceder cualquier cosa sobre el final del partido. Sin embargo la clasificación de pobre para con los métodos y la manera de Independiente de ir a buscar los encuentros no debería cambiar.

El pecado es que el resultado tape la miseria de los argumentos. No hay que esconder la mugre debajo de la alfombra. Independiente juega mal y por eso no gana partidos. Había que lograr que este equipo funcionase como equipo. Hoy el tiempo apremia y que Independiente se quede en la categoría va a depender de Cristian Tarragona, Diego Cardozo o de algún yerro defensivo del rival. ¿Alcanzará?

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