Del Congreso Pedagógico de 1984 al Plan Maestr@

Nuestro contexto social y político es complejo y por momentos caótico, pero en estos escenarios hay dos cuestiones preocupantes que ameritan  la atención de los ciudadanos: educación y corrupción. El sistema educativo no es un sistema aislado, responde a los lineamientos políticos y culturales de la sociedad que los produce. En la actualidad, existen datos de evaluaciones que nos indican que la educación está en crisis y muchas opiniones que desbordan de críticas al sistema, especialmente, en los medios de comunicación. Las pruebas evaluaron conocimientos en Matemática y Lengua. ¿Qué hay de los valores?

¿ Cómo educar en valores, si vivimos en una sociedad corrupta, en la cual no se castiga el robo, la mentira, el crimen, con una justicia laxa, con políticos corruptos que continúan ganando elecciones, porque todo pasa y no hay memoria?.

Por otra parte, vivimos en una época bisagra en la cual ciencia y  tecnología avanzan velozmente planteándonos un futuro cibernético con paradigmas de poder, en horizontes inciertos para el mundo: calentamiento global, guerras, terrorismo, inseguridad y miedo. “A los jóvenes de hoy y el mañana se les debe otorgar las capacidades para que puedan adaptarse a las nuevas posiciones que aún no fueron creadas”, explica Sánchez Zinny, del Instituto Nacional de Educación Tecnológica.

Frente a este, los docentes deben prepararse, una y otra vez, para ser sujetos activos de estos cambios y no los responsables de una educación deficiente, en una comunidad disruptiva que no asume sus propias responsabilidades.

Vale la pena preguntarnos qué ha ocurrido desde el advenimiento de la democracia  y el famoso Congreso Pedagógico convocado por la Ley 23.114, (1984), que en su art. 1º “convoca a todos los sectores de la Nación Argentina: al conjunto del pueblo a través de los partidos políticos y organizaciones sociales representativas a repensar la educación en una democracia recuperada y plural”.

En aquella convocatoria, en la que, lamentablemente, se trató poco de pedagogía y más de ideologías políticas que de educación, con la importante participación de la Iglesia Católica, ya se hablaba de crisis educativa: más de un millón y medio de argentinos no sabían leer ni escribir y más de cinco millones era analfabetos funcionales.

El Plan Nacional de Alfabetización puesto en marcha durante la presidencia de Alfonsín, fue, entre otros, el hecho más destacado, pues su objetivo se basaba no solo en conocimientos de lecto-escritura, sino en la formación de ciudadanos para la convivencia democrática. El plan se extendió por toda la Nación y recibió el premio internacional de la Unesco. Es interesante acotar que ninguna provincia gobernada por el peronismo  firmó el acuerdo con la Nación.

El Plan murió durante la presidencia de Menem y su ministro de Educación Daniel Filmus. El paradigma que sostuvo la reforma educativa impulsada por  este gobierno fue netamente neoliberal, financiado por el Banco Mundial, organismo que impuso las pautas para dicha reforma.

Durante esta época ocurre otra “revolución” educativa, que sembró el desconcierto de toda la comunidad. Me refiero a la a la sanción de la Ley Federal de Educación (1993), ley que respondió a modelos y experiencias que ya habían fracasado en otros países y que provocó un retroceso en el plano educativo difícil de revertir. La educación constituyó uno de los campos donde la racionalidad tecnocrática orientó el proceso de reforma, que incluyó la transferencia de servicios educativos nacionales a las respectivas jurisdicciones provinciales.

Durante los gobiernos kirchneristas, con un modelo populista, se promovieron y prometieron grandes cambios e inversiones en educación. Se elevó el presupuesto educativo, pero ese aumento  no se tradujo efectivamente en la educación. Lo más negativo fue la manipulación ideológica, la creciente tendencia a la conflictividad docente, la desaparición de la discusión pública sobre temas educativos, el clientelismo y la corrupción.

En la actualidad, el Gobierno, adelanta su preocupación por la Educación a partir de los resultados argentinos que midieron evaluaciones PISA. y las evaluaciones del  operativo Aprender. Los ministros del área que integran el Consejo Federal de Educación  firmaron en Jujuy (2016) la Declaración de Purmamarca, anuncio de una “Nueva revolución educativa”. El ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich explicó el proyecto de ley que el Poder Ejecutivo cursará en busca de una mejor calidad educativa, integra el Plan Estratégico Nacional 2016-2021 “Argentina Enseña y Aprende”.

Su finalidad es lograr entre todos/as un país con una educación de calidad centrada en  aprendizajes, que brinde a la totalidad de los/as niños/as, adolescentes, jóvenes y adultos los saberes socialmente significativos y las capacidades para su desarrollo integral en condiciones de igualdad y respeto por la diversidad.

En el marco de los principios establecidos en la Ley de Educación Nacional N° 26.206/06 y los compromisos asumidos por el Consejo Federal, el plan concibe a la educación “como un bien público y un derecho personal y social”, que constituye un pilar fundamental para la conformación de una sociedad más justa, equitativa, inclusiva y democrática, reducción de la desigualdad y la erradicación de la pobreza. El nuevo modelo educativo se debatirá en el Congreso de la Nación.

Así los hechos, podríamos considerar que todos los gobiernos se han ocupado de la Educación, con leyes, declaraciones, planes curriculares , proyectos, financiación, desde distintos marcos ideológicos políticos: democracia social, neocapitalismo, populismo, etc., sin embargo, la realidad  nos muestra el fracaso de esas políticas con los resultados que hoy pretendemos, nuevamente, cambiar: crisis de la escuela pública, de la calidad de contenidos, de la formación y salarios docentes, de la precariedad de las estructuras edilicias, de la violencia escolar, de la burocratización institucional, en un contexto desigual de pobreza y de gran vulnerabilidad infantil y adolescente.

Otra vez, estamos ante un gran desafío: el cambio educativo es responsabilidad de toda la ciudadanía.

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