Suva, Fiyi. Devastado por el paso del ciclón Pam, el archipiélago de Vanuatu declaró ayer el estado de emergencia, y empezaba a recibir ayuda internacional para hacer frente a uno de los mayores desastres naturales ocurridos en la región del Pacífico Sur.
El balance oficial de víctimas en la capital, Port Vila, era ayer de seis muertos pero, según los cooperantes, esto no es más que una pequeña fracción de las víctimas que ha habido en todo el país, formado por unas 80 islas.
La ONU dispone de informaciones no confirmadas que dan parte de 44 muertos en una sola provincia. Según Oxfam, el ciclón dañó el 90% de las casas de Port Vila. El archipiélago tiene una población de unos 275.000 habitantes.
El gobierno sigue tratando de evaluar el verdadero alcance de los daños causados por el ciclón Pam, de categoría 5, la máxima, que el viernes por la noche golpeó Vanuatu con ráfagas de hasta 320 km/h.
“Ésta podría ser una de las peores catástrofes jamás vistas en el Pacífico. El alcance de las necesidades humanitarias es enorme”, y “hay comunidades enteras que han sido barridas”, dijo el director de Oxfam para Vanuatu, Colin Collet van Rooyen.
El presidente de Vanuatu, Baldwin Lonsdale, describió la tormenta como “un monstruo que ha devastado nuestro país”, con la voz entrecortada al describir la destrucción ocurrida en Port Vila.
El jefe de la policía del archipiélago, el coronel Job Esau, explicó a Radio Nueva Zelanda que se había impedido el acceso al caer la noche en algunos barrios de la capital, en particular los que dan al mar y los centros comerciales, para evitar posibles robos.
Rezos del Papa
Por su parte, el papa Francisco tuvo unas palabras para la población del pequeño archipiélago al acabar la oración del Ángelus ayer.
"Quiero expresar mi solidaridad con la población de Vanuatu, en el océano Pacífico, golpeada por un fuerte ciclón. Ruego por los muertos, los heridos y las personas que se han quedado en la calle. Doy las gracias a todos los que han reaccionado inmediatamente para socorrerlos", declaró el Pontífice.
Los cooperantes han dibujado un panorama desolador de casas destruidas, árboles arrancados y carreteras cortadas, tras lo que la portavoz de Unicef, Alice Clements, describió como “15 a 30 minutos de terror absoluto”.
"La gente no tiene agua ni electricidad, la situación en este momento es desesperante. La gente necesita ayuda", dijo la portavoz.
"Hay casas y pueblos enteros que han sido barridos por completo", apuntó Chloe Morrison, portavoz de la ONG World Vision, que se encontraba en Port Vila.
Las asociaciones de ayuda humanitaria temen la falta de alimentos y los problemas de salud, dadas las difíciles condiciones en los centros de acogida para los damnificados.
“En la mayoría de centros de evacuación, mujeres y niños están apiñados como sardinas en lata, por lo que las cuestiones de la salud y la seguridad van a ser primordiales en las próximas semanas”, explicó Nichola Krey, de Save the Children.
La ayuda internacional empezaba a llegar, mientras tanto. El aeropuerto de Port Vila ha reabierto parcialmente y será accesible a los vuelos comerciales a partir de hoy.