De gracias y mercedes

En una charla informal, expuse dos oraciones a consideración de los oyentes, a fin de ver si ellos podían decodificar su contenido: “Señora, ¿cuál es su gracia?”, decía la primera; la segunda era “La barca había quedado a merced del intenso oleaje”.

Cuando escuché las interpretaciones para la primera expresión, no pude dejar de advertir que es una forma del habla totalmente perimida. En efecto, si vamos al vocablo ‘gracia’, nos encontramos con una serie de valores significativos, algunos conocidos, otros, en desuso; también, una profusión de frases hechas.

Entre los usuales, vemos el primer significado: “Cualidad o conjunto de cualidades que hacen agradable a la persona o cosa que las tiene”; así lo advertimos en “Su gracia natural la hace una persona encantadora”. Otra acepción usual es “elegancia, armonía y delicadeza en los movimientos de una persona o de un animal: “Desfila por la pasarela con una gracia incomparable”.

También se denomina ‘gracia’ a la capacidad de divertir o hacer reír: “En las reuniones, contaba anécdotas con mucha gracia”. Otra acepción es la de “perdón o indulto que concede una persona con autoridad para hacerlo”: “Por buen comportamiento, se lo benefició con dos años de gracia”. En el ámbito religioso, se entiende por ‘gracia’ el don que Dios concede al hombre para que alcance su salvación.

Si usamos el término en plural (“gracias”), tiene valor de expresión de cortesía para agradecer algo: “Gracias por su amable información”.

Menos usual y hasta anticuada resulta la acepción que toma ‘gracia’ en la pregunta planteada al principio de esta nota, “¿Cuál es su gracia?”, en donde el vocablo es equivalente a “nombre de pila”, o sea, “nombre que se da a la criatura cuando se bautiza y que, junto con el apellido, se asienta en el registro civil de modo que aparezca en su documento de identidad”: “A veces, ignoramos el nombre de pila de alguien porque usa habitualmente un apodo”.

Para preguntar a alguien por su nombre preferimos usar “¿cuál es tu/su nombre?” o “¿cómo te/se llamás/llama?”. Tampoco es usual la expresión coloquial ‘gracia’ como sinónimo de proeza, hazaña, mérito: “La última gracia de Federico es desaparecer por algunas horas”.

Frases hechas con el vocablo ‘gracia’ hay muchas, entre ellas, ‘dar las gracias’ y ‘dar gracias’, para manifestar gratitud; ‘hacer gracia’, para indicar que algo resulta divertido; ‘no hacer ninguna gracia’, para expresar descontento o disgusto; ‘caer en gracia’, para indicar agrado o complacencia; ‘no tener gracia’, para indicar que algo resulta molesto o irritante.

Cuando se quiere dar por terminado un asunto, se usa la expresión ‘Aquí gracia y después gloria’, proveniente del deseo del sacerdote, al dar la bendición y pedir, para los fieles, gracia o paz para ese momento, y gloria, para la vida eterna.

Consideremos ahora la segunda oración, en la cual la dificultad de interpretación se encuentra en la locución prepositiva ‘a merced de’: ¿qué es ‘merced’?

Los chicos, inmediatamente, argumentan que hoy no se utiliza, que es una expresión “de viejos”. ¿Es así? El término proviene del sustantivo latino “merces, mercedis”, que significaba “recompensa, pago, gracia, favor”.

Da, en español, ‘merced’ y, en francés, ‘merci’. Actualmente, el diccionario nos dice que se llama ‘merced’ al “beneficio o favor hecho de forma gratuita a una persona con quien no se está obligado”: “Me hizo la merced de recibirme y atenderme”.

También, “voluntad o capricho a que una persona o cosa está sometida”: “¿Me haría la merced de permanecer en silencio?”. Es interesante saber que nuestro pronombre ‘usted’ tuvo su origen en la expresión ‘vuestra merced’, pues era el tratamiento o título e cortesía que se usaba con aquellos que no tenían título o grado por los que se les debieran otros tratamientos superiores.

Hasta allí tenemos los valores significativos del sustantivo ‘merced’; pero, además, se dan dos locuciones prepositivas, en las que subsiste aquel valor de “gracia”. Se trata de ‘merced a’ y de ‘a merced de’; si usamos la locución ‘merced a’ equivale a decir “gracias a una persona o cosa”. Por ejemplo, escuchamos “Pude estudiar merced al esfuerzo denodado de mis padres, sobre todo de mi madre”.

La segunda locución, ‘a merced de’, indica que se está dependiendo de una voluntad o fuerza ajenas; ahí se inscribe nuestro ejemplo “La barca había quedado a merced del intenso oleaje”.

De entre las expresiones formadas con este sustantivo, nos llama la atención la que dice ‘entre merced y señoría’, locución adverbial que no usamos en nuestro medio, pero que resulta muy ilustrativa cuando se quiere señalar que algo es mediano, que no es sobresaliente, pero que tampoco es despreciable:

“Aunque no es de clase acomodada, tiene una distinción natural que lo ubica entre merced y señoría”.

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