Daniel "Gato” Oldrá: reclutador de talentos

Godoicruceño de pura cepa, dice que lleva su apodo desde los seis años, cuando un amigo se lo puso porque sus ojos brillaban en la oscuridad mientras jugaban a la escondida. Confiesa que trata de actualizarse y adaptarse a los chicos de ahora. Asegura que

El equipo de Godoy Cruz se apresta a una nueva aventura deportiva en el máximo torneo de la AFA. Es media mañana. Y asoman las torres de luces del Feliciano Gambarte. Daniel Oldrá, el “Gato”, ya hace 3 noches que no duerme del todo bien. ¿Está nervioso? “Ansioso”, define. En un rato viajará para acompañar al equipo que enfrentó a Argentinos Juniors.

En la semana su teléfono ha sonado. Los periodistas lo han acosado por los refuerzos. El Gato esquiva, como buen felino, como en un slalom televisado de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi. Mantiene el bajo perfil que lo caracteriza desde que no es más futbolista. Así es la previa de una charla que también es un paisaje: la República Popular de Godoy Cruz Antonio Tomba.

Hace un par de temporadas recibió un premio por su labor deportiva, más allá de su carrera como futbolista. Dijo entonces: “Esto es un orgullo muy grande porque soy un defensor del fútbol de Mendoza. Siempre trato de que esté bien representado. Quiero agradecerles a los dirigentes, porque la Liga me dio mucho y esto es muy valioso para mí”.

-¿Por qué te dicen Gato?

-Viene desde que era chiquito, de los 6 años. Tenía un amigo con el que jugábamos a la escondida. Y él me decía que en la oscuridad me brillaban los ojos. Y ahí empezaron todos a decirme ‘Gato’.

-¿Siempre viviste en Godoy Cruz?

-Toda la vida. La única vez que estuve afuera fue cuando fui a jugar a River. Pero mi vieja sigue viviendo en la misma casa en la que nací. Me conozco de memoria el barrio. Para mí, el barrio es lo único que queda. Más hoy, cuando se han perdido muchos valores. Es muy diferente esta época.

-¿Lo notás con los chicos de las inferiores?

-Sí, son totalmente diferentes a nosotros. Antes teníamos un campito, una pelota, un par de zapatillas y no mucho más; y así crecíamos y jugábamos. Hoy los pibes tienen otras cosas. Desde internet hasta la Play Station y toda la variedad de juegos en red. Antes nosotros salíamos a jugar a la calle. Y los sábados teníamos que esperar, porque para jugar había 4 ó 5 equipos. Venían de Villa Hipódromo, del Barrio Papa. Hacíamos campeonatos entre todos y se nos pasaba volando el día. Nos criamos de otra forma. Hoy también existe el tema de la droga. Y la diversión. Antes había fiesta los sábados y existían pocos lugares. Ahora no: es de lunes a lunes. Todo ha cambiado, incluso el fútbol. A esta altura lo que intento es actualizarme y adaptarme, para no quedar en lo antiguo.

-¿Y cómo te adaptás a estos adolescentes?

-Nosotros tenemos la suerte de estar en el fútbol. Y es más fácil seguirlos, en el día a día. Realmente admiro a las maestras, las profesoras, ya que es muy difícil trabajar con ellos. Muy difícil, sí. Por eso darles el valor que tienen es muy importante. Por el ritmo de la vida quizá sus padres trabajan y llegan tarde a la casa. Y ese chico está más tiempo con nosotros, en el club, que con su familia. Hay que tratar de involucrarse y convivir con ellos.

-¿Cómo sufrís al Tomba?

-Hay momentos que directamente no duermo. ¿Ves? Por eso no todos somos iguales. Hay una generación que no somos los que “pasamos”.

-¿Se sufre más ahora que siendo jugador?

-Claro, se sufre más porque uno ahora está atado a un montón de cosas. Cuando jugás a veces no te das cuenta de tan metido que estás en los partidos. Y allí dentro podés controlar lo que desde afuera es imposible. Y tampoco es lo mismo a la hora de dirigir un equipo.

-¿Dan ganas de entrar a la cancha?

-Y a veces te da mucha nostalgia, sí. ¿Ves? No comparto tanto aquello que los dirigentes pasan. Creo que la generación de la que hablo no pasó en vano. Conocemos cada rincón del Gambarte como si fuera nuestra casa o mejor. Claro que muchos jugadores pasaron, pasan y pasarán y nada más, pero los que nacimos y nos criamos aquí, no. Cuando nos fuimos al descenso por primera vez, en 2007, todos se querían ir del club. Quedamos dos o tres. Al otro año volvimos a ascender. Son recuerdos de los grandes sacrificios que se hacen justamente para no pasar desapercibido.

-Esta forma de sentir y vivir va a contramano del actual fútbol...

-Sí, lo sé. Y a mí no me pueden contar nada porque he estado siempre. En las buenas, en las malas.

-Lo impresionante es que, además, te ha ido bien en los diferentes roles...

-He tratado que me vaya bien y he trabajado de esa forma. Pero no he sido yo, sino que se trata de un crecimiento institucional, del sacrificio de muchos jugadores, de dirigentes que pudieron trabajar, los nuevos y los antiguos. Todos hemos puesto nuestro granito de arena. No hay nada más lindo y satisfactorio en mi carrera que haber podido contribuir de esta forma con el club, del cual además soy hincha. Es el mejor reconocimiento y lo que uno lleva adentro. Haber conseguido tantas cosas no es lo que le sucede a todos. Y ser parte de esto es una satisfacción muy importante. Soy consciente y muy agradecido por las oportunidades que hasta el día de hoy me ofrece Godoy Cruz.

-Eras un jugador muy temperamental, con mucha actitud. Ahora, en cambio, se te ve más sereno.

-La procesión va por dentro (ríe).

-En la cancha, eras más león que gato.

-Y había que sacar y dar todo. Hoy quizá me lo guardo. Si perdemos me voy a mi casa y ni hablo con mi familia. Me quedo encerrado, en la habitación, mirando videos. Lo temperamental lo dejo para la intimidad. Lo hablo, y a veces, con quienes trabajo. Trato de manejar la tranquilidad. Pasa que dentro de la cancha podés manifestar una serie de cosas y fuera no.

-Y tu esposa, ¿qué dice?

-(Ríe) La verdad es que me acompaña mucho. Me banca a morir. Yo entro, salgo, me voy de viaje, vuelvo, vuelvo a salir para entrenar, concentrar. Estoy muy poco en mi casa. Y ella sabe que si tiene que buscarme voy a estar en el club o en el predio o no muy lejos del Gambarte. Por ahí se fastidia, pero, bueno, ella sabe que siempre estoy. Pasa que a veces uno no puede disfrutar de la familia como la mayoría de las personas. En el fútbol no hay hijos, no hay feriados, a veces no hay ni siquiera vacaciones. Y eso posterga la familia o ver crecer a los hijos.

-¿Siempre soñaste con jugar al fútbol?

-Sí, de muy chico. Mi vieja me mandaba a la escuela y yo no quería saber nada. Yo le decía: ‘Mamá, no, no’. Yo quería aprender, pero quería jugar al fútbol. Y a los 16 años ya estaba en la primera. Y tenía que venir todos los días para entrenar. A veces ella me mandaba a la escuela de tarde. Y yo le decía que no iba a ir, que tenía entrenamiento. ‘Yo voy a ser jugador de fútbol’, le decía. Siempre dije lo mismo. Y era dura esa elección. A veces no teníamos para comer y me las rebuscaba igual. No tenía botines o zapatillas, pero siempre me las he rebuscado.

-El ex presidente Julio Vega me contó que visitaba a varios muchachos en sus casas para las fiestas de fin año y les llevaba cosas, para el brindis.

-Es así, tal cual. Una vez estábamos en mi casa los tres, ella y mi hermano. Y teníamos para brindar una Coca Cola y ocho empanadas. Y cayó Julio Vega con bebidas y comida para el brindis, de la medianoche. ¿Ves? He pasado de todo con y gracias a Godoy Cruz.

-Revisando tu trayectoria como manager surge un extraordinario talento tuyo para reclutar jugadores…

-(Interrumpe) A mí me parece que es más un don que un talento. Yo creo que es un don que me ha dado Dios. Es verdad que a través de los años uno va aprendiendo y mejorando. Es un asunto muy difícil esto de los jugadores de fútbol. Hay que considerar y evaluar distintos aspectos. Ellos pueden saber jugar, pero también tienen que ser disciplinados. A lo que no le escapo es al talento del jugador. De eso me doy cuenta rápido (sonríe). Eso es lo simple. Después hay que seguirlos.

-¿Y dónde está ese talento?

-En el 80% de los casos está en la villa, con chicos que viven en situaciones de marginalidad. Y a los 12 años, el que lo tiene, lo trae de la cuna. Se hacen 50 payanas, gambetean a 2 ó 3 rivales como si nada. Con ellos cuesta un poco más, siempre. Mirá el caso de Riquelme o Carlos Tévez. Se acomodaron, fueron inteligentes y pudieron demostrar todo. Y en Argentina estos jugadores son los más difíciles de promover. Saben que tienen un talento infernal y a veces no les gusta trabajarlo, le escapan al entrenamiento. Pero esos son los jugadores que te ganan un partido o los que vamos a ver a la cancha vos y yo. Hacen la diferencia y no hay otro secreto.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA