“En realidad nunca paré. Apenas terminé de hacer ‘Hermanos y detectives’, en 2006, me metí de lleno con el guión de ‘El extranjero’, una historia de ciencia ficción sobre el origen de la inteligencia. Tengo escritas tres películas enteras y mi idea es filmar un proyecto detrás de otro. Ya tengo productores y estamos avanzando. Escribí un western hablado en inglés. Y también tengo lista para filmar ‘La pareja perfecta’, una comedia romántica no tradicional, extraña”, cuenta, excitado, Damián Szifrón, que acaba de terminar en Salta el rodaje de “Relatos salvajes”, el primero de los proyectos que concreta después del éxito de “Hermanos y detectives”.
“Relatos salvajes” está compuesta por seis historias independientes protagonizadas por Ricardo Darín, en el papel de un ingeniero experto en demoliciones. Lo acompañan Julieta Zylberberg y Rita Cortese, que hace de moza y cocinera en un parador de mala muerte; Darío Grandinetti, que participa en el episodio inicial que transcurre en un avión; Erica Rivas como la novia de un casamiento catastrófico; Leonardo Sbaraglia en una historia de acción en la ruta (la parte filmada en Salta, en Cafayate, en la ruta nacional 68); Oscar Martínez en el papel de un magnate en una negociación oscura; y otras figuras, como Nancy Dupláa y Osmar Núñez.
“Decidí empezar a filmar ‘Relatos...’ porque era el proyecto más ‘posible’ en nuestra realidad. La película es la síntesis de ese proceso creativo muy largo que viví. Salió sobre el final, en los ratos libres, mientras no estaba con todos esos otros proyectos. Yo estaba fogueado, en términos de pensar historias nuevas, por todo lo que había hecho antes.
“Relatos...” es como el whisky, que después de muchos años sólo sale una gota, pero es una gota que concentra todo el trabajo anterior”, explica Szifrón.
El cineasta se sorprendió cuando “de repente apareció este proyecto puro, con potencial”. Y tuvo que organizarse. “Tenía tantas historias, tantos guiones. Armé una productora para procesar todo ese material. Y seguían surgiendo historias. Las comprimí y decidí hacer cuentos, reducir los conflictos a su mínima expresión y encontrarles el clímax. Eran historias que podían ser películas potenciales, pero así, apretadas, tienen más peso todavía. Las reduje a quince o veinte páginas de guión para que no les sobrara nada. Es pura fibra”.
“Las historias están unidas por cuestiones temáticas. Lo tonal les confiere unidad. También hay una pequeña conexión entre los relatos, pero su potencia no está en esa comunicación. Son historias independientes, con personajes independientes y conflictos independientes, que en conjunto son más sólidas y conforman un universo mayor”, revela Szifrón.
Hay un humor negro del que el cineasta no puede escapar. “Relatos...’ tiene una buena dosis de oscuridad. Es lo más oscuro que hice. Tiene gran densidad dramática pero también mucho humor. Un humor negro que tal vez sea un poco incómodo, corrosivo. Es el humor que está presente en todos mis trabajos. Quiera o no, nunca voy a poder filmar algo solemne”, confiesa.
La vuelta a la tele
El cine y la televisión son los amores de su vida. “Siento un placer enorme al volver a filmar. Tenía muchas ganas. Antes de tomarme un tiempo, sufría un poco los rodajes y prefería escribir. Me molestaba no tener tiempo para hacerlo. Pensá que yo escribía el episodio que se iba a filmar la semana siguiente mientras compaginaba el que se iba a pasar a los dos días y rodaba el que salía dos semanas después. Son ritmos muy difíciles de tolerar”, recuerda el cineasta.
Así y todo, Szifrón está listo para una nueva experiencia televisiva. “Volvería a la tele, sin dudas, pero no como antes. Empezaría con una serie entera escrita de antemano, sin trabajar sobre la marcha. Gracias a Dios, hoy puedo pactar ciertos tiempos con los que sé que puedo cumplir de la manera que a mí me gusta. Tengo mucha gratitud con la televisión. Soy un agradecido de ‘Los simuladores’. Lo hice con mucha pasión y afecto. Me abrió un montón de puertas. Es un motivo de orgullo que se repita tanto y, aunque a veces lo sienta algo exótico, como un déjà vu, nunca me quejé de las repeticiones. El programa le gustó a la gente y funcionó. Entretuvo al espectador y lo hizo pensar. Tenía mucho trabajo encima”, recuerda.
La TV hace reflexionar al cineasta: “en televisión se hacen muchas cosas mal y pronto. Está regida por parámetros puramente económicos. Hay que pensar algo que se pueda escribir, desarrollar y filmar rápido, en pocos días. Y que se vaya reacomodando sobre la marcha de acuerdo a como le vaya con el rating. No hay un proceso. Es raro no poder saber el final de algo que estás haciendo. Si sos David Lynch y querés embarcarte en un proceso así, bueno, está perfecto si no sabés el final. Pero perdés muchísimo peso en tu inicio si no podés saber cómo vas a terminar”. “En la TV hoy se pide que las cosas se puedan reacomodar al gusto del espectador. Por suerte, eso no me pasó a mí, pero también tenés un costo alto. Hay que ir muy a contrapelo de la lógica de la televisión y te convertís en un hereje. Hasta que ese contexto comprende que se pueden lograr buenos resultados a partir de otros métodos y podés hacer un programa que se repite, se edita en DVD, es una franquicia que puede llegar al cine o es un formato que puede atravesar fronteras”, analiza.
E infla el pecho para aclarar que “acá, antes de ‘Los simuladores’, ese modelo no existía. Era ilógico filmar un unitario en quince jornadas en vez de cinco. El modelo era hacer algo que se emitiera una única vez y que debía rendir en esos términos. Y para transmitirlo una vez sola, era caro. Pero si lo podés repetir y vendés el formato ya es beneficioso para el canal. Por suerte las autoridades de ese momento del canal vieron el potencial del proyecto y nos permitieron esos tiempos. Que tampoco eran excesivos, porque corríamos una barbaridad”, concluye Szifrón quien, por suerte, eligió volver a correr después de un largo tiempo alejado de las cámaras.