Cristina y Macri, encadenados

Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com

Cristina siempre se vio como la contracara de Macri. Por eso cada vez que tenía un problema con su partido (en particular con Scioli, el que más votos poseía y en quien ella más desconfiaba) le daba aire y respiro a Macri. Muchas veces soñó que para cuando cuando ella no estuviera en el gobierno, Mauricio sería el heredero ideal: el que expresaría todo lo contrario de lo que ella pensaba y por eso con sólo refutarlo, el poder le sería devuelto en un santiamén.

Cuanto peor, mejor y nada peor que él. En ese sentido, pese a sus innegables méritos personales, Macri es también una creación de Cristina. El enemigo necesario. Su mejor enemigo. El que ella necesitaba para solucionar sus problemas internos en el PJ.

Hoy -como una exquisita revancha del destino- Macri se ve como la contracara de Cristina. Es que la nueva realidad política -la que lo tiene nada menos que como presidente de la Nación- le llevó a encontrar en ella a la enemiga (o, en un lenguaje un tanto más republicano, a la adversaria) que mejor sirve para definirlo.

Ella y sus pocos seguidores son los únicos que hoy desean que este gobierno se vaya cuanto antes (y muchos, en particular los más impresentables, hasta se atreven a proponer acciones para “ayudarlo a irse”). Por lo tanto la extrema intolerancia de este grupo político -que en absoluto coincide con las expectativas de opinión pública mayoritaria- es lo que permite a Macri distraer la atención y ganar el tiempo que desesperadamente necesita para que los efectos benéficos de su plan, puedan tener la oportunidad de aparecer. Hoy Macri necesita a Cristina como ella en otro tiempo necesitó a él. Es su enemiga necesaria, su mejor enemiga.

Por eso es que los dos presidentes, el actual y la ex, viven entre ellos esa particular situación. Están obligados: uno, a impulsar la existencia y la permanencia del otro en el corto plazo, a la vez que en el largo plazo la pelea debe dirimirse con el triunfo de uno y la desaparición política del otro.

Pongamos un ejemplo: el gobierno de Macri no quiere la grieta que el de Cristina abrió ex-profeso, porque para ella el conflicto es la base de la construcción política mientras que para él lo es la búsqueda del consenso, dos tradiciones políticas opuestas. Pero si bien Macri no quiere ni profundiza la grieta cristinista, es el que menos quiere cerrarla porque la necesita al menos semiabierta para dar respiro a Cristina, a fin de que ella siga confrontando con el grado de fundamentalismo piantavotos con que lo viene haciendo, que tan bien la pone a ella pero que a la vez tanto necesita Mauricio. Una carambola.

La causa de esta paradoja es bien simple: Cristina y Mauricio son los dos únicos políticos que están jugando la totalidad de su destino político (e incluso personal) en este combate. Son los únicos dos, hoy por hoy, obligados a no hacer política meramente electoral que es la única que se suele hacer en la Argentina.

Porque si Cristina pierde esta partida, no la espera el exilio dorado sino la cárcel a la que la conducen sus innumerables cuestionamientos jurídicos. Mientras que si el que la pierde es Mauricio, si la pierde en manos de Cristina, su destino puede equiparse peligrosamente con el de De la Rúa, vale decir, con ningún destino. O sea, para cualquiera de los dos perder la partida los conduce políticamente a la nada; en lo personal, a cosas incluso peores.

Ahora bien, ¿cómo están librando esta batalla los únicos dos políticos obligados a hacer algo más que política electoral dentro de un país donde todos hacen sólo política electoral?

Se trata de no quedarse solos, lo cual es algo bastante difícil para ambos, porque ninguno de los dos cuenta con una fortaleza política expresada en estructuras propias consolidadas. Macri gobierna todo el centro de la Nación, una enormidad, pero con un partido pequeño, nuevo, en formación en casi todo el país. Cristina fue la jefe indiscutible del peronismo pero ahora, como es su tradición histórica, el peronismo se le está alejando. Es que el partido de Perón está mutando de piel para sobrevivir como ha hecho siempre: adaptándose al clima de época con un grado tan exagerado de simulación que a veces es más macrista que los macristas o los radicales.

En esta puja, a pesar de que sólo se habla de los ajustes durísimos que está haciendo Macri, lo cierto es que los dineros que está cediendo a distintos grupos y corporaciones para conquistar su favor, o al menos su neutralidad, son más grandes que sus ajustes.

Hablamos de los intendentes justicialistas que María Eugenia Vidal seduce en Buenos Aires para alejarlos de Cristina, Scioli o Massa, pese a que los radicales enfurezcan de celos. O de los gobernadores peronchos que Frigerio maneja cediéndoles recursos que estos jamás pensaron obtener. También están boquiabiertos los sindicalistas de la CGT al recibir el dinero de obras sociales que Cristina les confiscó.

O incluso los contestatarios movimientos sociales y de piqueteros que reciben de la ministra de Acción Social, Carolina Stanley, más plata de lo que el gobierno anterior les entregaba en planes sociales, sin pedirles, los actuales, el grado de obsecuencia política que el anterior les exigía. Hasta los legisladores peronistas, y de toda la oposición en general, están logrando un respeto a su función (aunque más no sea por desesperada necesidad) que Cristina jamás les tuvo, porque hasta a los suyos humilló a más no poder.

Paradójicamente, del sector capitalista, a los únicos que Macri tiene como aliados reales es a los que expresan al campo, ya que estos, si les dan condiciones mínimas de competitividad, pueden desarrollarse y crecer en base a su propia productividad. Pero la mayoría de los demás empresarios no está en la misma situación porque sin subsidios se les hace muy difícil sobrevivir en el país donde sólo sobreviven los capitalistas amigos del poder.

Por eso, si bien no están en contra de Macri, tampoco lo sienten enteramente suyo. Es que ellos esperaban de Macri un gobierno para su clase social y se encontraron que por ahora el presidente quiere parecer más un heredero del Frondizi desarrollista-liberal que de su prebendario padre Franco Macri. Por eso, los empresarios no ven aún al Macri propio que desearían. Ese mismo que Cristina sí ve y por eso todos los días acusa a Macri de defender a esos empresarios que no se sienten tan defendidos por él.

Por su lado, Cristina hasta ayer nomás buscó ser la líder de la oposición mayoritaria a través del Frente para la Victoria. Por eso en el Congreso se ocupó de ubicar a sus más leales en las áreas de conducción, pero de a poco se fue dando cuenta de que el peronismo ortodoxo se le alejaba igual.

Entonces propuso un Frente Ciudadano de Izquierda pero no consiguió ni un solo afiliado. Por ende, ya sin opciones por fuera del sistema tradicional, no le queda más que fotografiarse con el siempre disponible para todo, el buenazo de Daniel Scioli (ése que nunca aprendió a decir no) a ver si de ese modo puede evitar que el PJ se le resbale de sus manos, como casi todos los peronistas quieren hacer.

En fin, allí andan Cristina y Mauricio peleando por su sobrevivencia, ésa que les obliga a hacer política en un país despolitizado donde todos sus dirigentes sólo piensan en la próxima elección. En cambio, a ellos, en la política se les va la vida y con tal urgencia actúan.

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