Cristina, su ex ministro y la jaula de los leones

Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires

Quienes siguen de cerca la campaña electoral para las primarias del 13 de agosto, advierten que aquellos memorables berrinches que Cristina Fernández de Kirchner protagonizaba frente a sus funcionarios cuando ostentaba el poder presidencial, han virado hacia actitudes más amables y tranquilas.

Ahora como candidata, en sus apariciones públicas se muestra con bajo perfil, enfatizando en el discurso sus críticas al gobierno de Cambiemos, pero sin aquellas agresiones verbales, ironías hirientes y retos destemplados.

Así es ahora Cristina cuando sale a la calle. En privado, en cambio, sigue estallando de furia ante cada disgusto que recibe. Allegados a la ex presidenta admiten que tanto en su casa de la Recoleta como en el Instituto Patria, donde tiene sus oficinas en la Ciudad de Buenos Aires, la semana que pasó se la ha visto y oído a los gritos por algo que la afecta, y mucho, como es el caso de Julio De Vido.

El desfile mediático que se observó desde el lunes con legisladores planteando la necesidad de expulsar, excluir o suspender al ex ministro de Planificación de la Cámara de Diputados, más el debate del miércoles en la Comisión de Asuntos Constitucionales de ese cuerpo, configuraron un duro golpe al kirchnerismo.

Sucede que el acuerdo alcanzado por las bancadas de Cambiemos, el frente UNA que lidera Sergio Massa y el PJ que no integra el Frente para la Victoria para firmar el martes próximo un dictamen por la exclusión de De Vido, no se limita a ser un mero trámite legislativo.

Las formalidades se completarán el miércoles, cuando en una sesión especial se vote en el recinto si se lo echa al ex funcionario, convertido hoy en el símbolo de la corrupción kirchnerista. De Vido envió una carta en la que sostiene que es “víctima de una persecución”, y culpó a Elisa Carrió, Mauricio Macri y a los medios.

El significado

Para el universo político -que no es lo mismo que el conjunto de la sociedad-, el caso De Vido tiene un alto valor estratégico y eso  es lo que angustia a Cristina.

Según lo explica bajo reserva uno de sus colaboradores en temas judiciales, ella considera que cualquiera sea el resultado de la votación en la sesión del miércoles, donde para aprobar la expulsión debe alcanzarse los dos tercios de los diputados presentes, el Gobierno ya ganó y por varias razones.

Si lo expulsan, Elisa Carrió y su bloque habrán conseguido lo que se propusieron encolumnando a otras bancadas. Si no lo expulsan, podrán decir que Cambiemos intenta por todos los medios terminar con la impunidad, pero que las mafias enquistadas en el poder durante el kirchnerismo se lo impiden.

Pero hay algo más: este debate sobre De Vido, un hombre clave durante toda la extensión del anterior gobierno, facilita que se consideren otros casos en el terreno legislativo, incluido el de la expresidenta si resulta electa como senadora en octubre.

Lo que también dejó este tema durante la semana es la voluntad del Congreso de transitar caminos que no necesariamente deben estar ligados a las decisiones de la Justicia. Las cámaras tienen poder sancionatorio sobre sus miembros, al margen del trámite que sigan los jueces con los expedientes por supuestos delitos cometidos.

Los memoriosos y quienes tienen acceso a los archivos mediáticos desempolvaron estos días un video en el que la propia Cristina Fernández, en su época de legisladora, reafirmaba con mucha convicción estos criterios.

La ex presidenta supone además que esa actitud del Congreso, en línea con el pensamiento del Gobierno, será un mensaje directo a los jueces. Si la puerta hacia los leones se abre de este modo para el poderoso De Vido, ella también quedaría en condiciones de cruzarla.

Sin retroceso

Por debajo del escenario de la política, hay otra realidad que no contempla estas sutilezas. Es la que transita el grueso de la sociedad, preocupada con sus penurias y proezas cotidianas. La indicación del estratega oficial Jaime Durán Barba a los candidatos de Cambiemos acerca de que no deben hablar de economía, está dirigida a revertir desde otra mirada lo que revelan las principales encuestas incluidas las propias. En la Casa Rosada se cree que esos estudios de opinión pública no son tan desfavorables al Gobierno como muchos piensan.

Lo explican así: no es que los encuestados estén conformes con la situación económica, sino todo lo contrario. La restricción del consumo pega fuerte en amplios sectores sociales y no solamente en los más sumergidos.

Pero en un análisis más fino, se advierte que el motivo por el que la corrupción ha dejado de ocupar los primeros lugares es que la gente considera que pertenece a una etapa ya pasada, que quedó atrás y a la que no se quiere volver.

Suponen entonces que ese factor será más determinante que los dolores de bolsillo a la hora de votar. Y agregan que en estas elecciones legislativas no se elige a quienes pueden pegar un volantazo y cambiar la situación en forma inmediata.

Por eso creen que aún ganando Cristina en territorio bonaerense, ese hecho tendría alguna incidencia en el ejercicio de la política pero no en la vida de la gente.

Fuera de estas especulaciones, el Gobierno admite que puede perder en las primarias y que lo tomará como un llamado de atención de la sociedad. Pero que en octubre, cuando el voto tenga otro valor, todo será distinto. Es irremediable, el imaginario de los políticos sigue siendo inmenso.

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