Crisis en Brasil: su impacto en nuestra economía

El informe destaca diferentes canales de contagio por los problemas políticos: el crecimiento del PBI, el consumo y si se devalúa la moneda del país vecino. Cuáles son los sectores nacionales y provinciales que más expuestos están.

Los problemas políticos actuales de Brasil presionan aún más a la ya compleja coyuntura que viven las economías regionales.

El Producto Bruto Interno (PBI) de nuestro socio comercial cayó en los dos últimos años (3,8% en 2015 y 3,6% en 2016), pero en los últimos meses había comenzado a mostrar signos de recuperación. Incluso se esperaba que la economía brasileña terminara el año con un crecimiento de 0,2% (FMI, World Economic Outlook, Abril 2017), lo que sería el primer dato positivo desde 2013.

Las exportaciones de Argentina a Brasil cayeron 8,5% entre 2015 y 2016 y apenas se incrementaron entre el primer trimestre de 2016 y el primero de 2017.

Un primer canal de contagio de la crisis política podría venir si el tibio crecimiento económico se revierte (canal de la economía real). Respecto de 2014, los índices de confianza de consumidores y empresarios habían caído un 20% durante 2015 y 2016, arrastrando el consumo, la inversión, y el PBI. Este año las expectativas estaban recuperando la mitad de lo perdido; por lo tanto, la inquietud por seguir en qué medida los acontecimientos políticos limitarán la recuperación de la confianza y el crecimiento de la inversión y el consumo, son clave. Hasta el momento existe un escenario con baja probabilidad de que el PBI vuelva a caer este año, por lo que a este canal de contagio le asignamos hoy efectos limitados.

Un segundo canal de contagio posible es el financiero. Hasta el momento, la reacción de los mercados fue típica de escenarios de alta incertidumbre; salieron capitales de la economía brasileña, cayó la bolsa, se depreció el real y aumentó el riesgo país. Este movimiento en una economía del tamaño de Brasil podría encarecer el acceso al financiamiento internacional. En tal sentido, habrá que seguir las próximas colocaciones de deuda de la región para anticipar el alcance de la mayor incertidumbre que genera en el sistema la crisis política.

En lo inmediato, este efecto también parecería limitado. Finalmente, el tercer canal de contagio, y tal vez el más preocupante en el corto plazo, es el cambiario. La competitividad cambiaria con Brasil ha disminuido en los últimos años, especialmente entre julio de 2011 y mayo de 2012, cuando el tipo de cambio real (TCR) cayó 28%, y entre junio de 2014 y setiembre de 2015, cuando cayó otro 46%.

Estos derrumbes tan pronunciados en materia de competitividad cambiaria impactan de modo nocivo sobre el tejido productivo de las economías regionales y sobre el empleo, ya que el deterioro cambiario no es nivelado por otras políticas que promuevan una "compensación competitiva". Por el contrario, otros factores de competitividad estructural también empeoraron en este mismo período (como por ejemplo la infraestructura logística). Esta situación fomenta desestímulos a las exportaciones; fuertes desventajas en los sectores que compiten con productos importados; menores inversiones; caídas en la productividad y generación de valor; y pérdida de empleo y salario. Los años noventa son un claro ejemplo del daño que generó esta situación (aunque más agravada y persistente que la actual) sobre la producción, el empleo y la pobreza.

Se destaca que desde la salida del cepo cambiario se ha logrado recuperar parte de la competitividad cambiaria con Brasil. Sin embargo, los niveles actuales siguen estando por debajo del promedio de los últimos años, por lo que una caída adicional puede profundizar los efectos negativos sobre la economía argentina y las economías regionales.

Entre 2013 y 2016 ocurrió una tormenta perfecta: fuerte caída en el PBI de Brasil y derrumbe de la competitividad cambiaria (46%); ¿resultado?, las exportaciones nacionales cayeron 43% y las de Mendoza 17%. A esto se suma un contexto de balanza comercial de bienes entre ambos países negativa para Argentina en 4.570 millones de dólares (el último año, las exportaciones cayeron 11% al tiempo que las importaciones aumentaron 4,5%).

Si el real se continúa devaluando por los problemas políticos que hoy enfrenta Brasil, la opción que enfrenta Argentina para evitar una pérdida adicional de competitividad cambiaria es devaluar el peso. El problema es que esta opción, más allá de ciertos límites, puede generar presión inflacionaria, justo en un momento en el cual el Banco Central de la República Argentina (BCRA) está dando pelea para alcanzar la meta que fijó en 17% anual, lo que tornaría estéril la medida (como pasó en 2014). Por otro lado, la política monetaria (que prioriza el manejo de las tasas de interés) genera restricciones en el manejo del tipo de cambio por parte del BCRA. En definitiva, este canal de contagio podría ser el más sensible en el corto plazo para nuestro sector exportador si el real se debilita aún más.

Los más expuestos

La exposición de los complejos exportadores nacionales a los problemas de Brasil no resulta simétrica.

Existen sectores de la industria pesada que muestran una elevada vulnerabilidad como son el complejo automotriz (que envía a Brasil el 66% de sus exportaciones), o el complejo de máquinas y aparatos (donde Brasil representa el 34% de nuestras exportaciones).

Por el lado de la industria agroalimentaria, los sectores con mayor exposición son el olivícola; hortícola; y lácteo, ya que el 65%, 53% y 38% de sus exportaciones, respectivamente, van a Brasil.

Otro sector muy expuesto es el de la madera y papel. De sus ventas al exterior, 28% se destinan a nuestro país vecino. Un aspecto adicional de estos sectores productivos es que el mercado brasileño es el principal cliente en cada uno de estos casos. Otros sectores que podrían sentir el impacto negativo, aunque de menor magnitud, serían los complejos cerealero, alumínico, metales comunes, combustibles y frutícola.

En estos complejos, Brasil representa más del 5% y menos del 25% de las exportaciones argentinas. Para el aluminio y los metales comunes, nuestro vecino es el segundo destino de exportación detrás de Estados Unidos, mientras que para los cereales es el principal cliente, aunque hay que aclarar que no estarían muy expuestos ya que sólo explica 21% de las ventas y este mercado está muy diversificado para Argentina, que puede vender rápidamente a otros destinos. Los complejos exportadores con menor exposición son el vitivinícola; carne bovina; tabacalero; pesquero; oleaginoso; cobre; yerba y té; y oro y plata, para los cuales Brasil representa 5% o menos de nuestras ventas al exterior.

Exportaciones de Mendoza a Brasil: ¿Qué puede pasar?

Las exportaciones de Mendoza a Brasil aumentaron entre el primer trimestre de 2016 y el primero de 2017; pero este aumento se debe exclusivamente a una buena coyuntura del ajo. Al excluir este producto, se observa que las exportaciones en dólares durante el primer trimestre de 2017 casi no variaron con respecto a las del primer trimestre de 2016.

En el ámbito local también existen matices en cuanto al nivel de exposición a la crisis brasileña. Como se mencionó, los complejos olivícola y hortícola son los más expuestos, con productos como las aceitunas y los ajos donde más del 75% se envía a Brasil. Las materias plásticas y artificiales completan el grupo de productos más vulnerables (87% se exportó a Brasil en 2016) seguidos por máquinas y aparatos; preparados de legumbres, hortalizas y frutas; peras frescas; y aceite de oliva, ya que en las exportaciones mendocinas de estos productos Brasil tiene un peso relativo de entre 30% y 75%.

Menos expuestos a la crisis de Brasil están las ciruelas secas; las manzanas frescas y los duraznos en conservas. En estos casos se destinan entre 10% y 30% de nuestras exportaciones a Brasil. Finalmente, los productos que casi no tienen ninguna exposición a los problemas económicos de nuestro vecino son vino; mosto; bombas centrífugas; combustibles; y dulces y pastas de frutas, ya que Brasil no llega a representar el 10% de nuestras ventas al exterior.

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