Cornejo y su medio año de soledad

El Gobernador confía en su intuición. Recela de los mediadores y los buenos oficios, salvo -claro está- que los necesite. Oficialistas y opositores se quejan de su excesivo control y de sus clásicas decisiones concentradas.

Luis Abrego - labrego @losandes.com.ar

A días de cumplir sus primeros seis meses en el poder, el gobernador Alfredo Cornejo ha intentado ratificar hasta el momento la experiencia de gobierno que durante sus anteriores cargos había dejado como marca de su estilo político en la gestión. A la concentración de sus decisiones, lo que le provee mayor autonomía y liderazgo, desde que llegó a Casa de Gobierno Cornejo sumó –según se quejan oficialistas y opositores por igual- cierto halo de distancia y aislamiento.

Sólo parece haber tendido e intensificado sus vínculos políticos con las familias Bermejo y Félix, a quienes identifica no sólo como referentes de dos distintos sectores del peronismo con alguna proyección, sino también con responsabilidad de conducción en comunas con peso específico propio: Maipú y San Rafael, respectivamente. Para el resto, donde entran tanto radicales como peronistas, todo contacto es a cuentagotas. Medido y calculado.

Un habitual vocero del peronismo asimila la situación a la que debió enfrentar Néstor Kirchner a nivel nacional en el 2003. “Todos sabemos, aunque no lo hagamos público, que lo que está haciendo Alfredo es lo que cualquiera hubiera tenido que hacer en su lugar… sólo que no entendemos por qué nos quiere arrear a las patadas...”, ilustra sobre los modos del gobernador.

El PJ, cada vez más despojado del sello Frente para la Victoria con el que usufructuó durante la última década, le cuestiona además a Cornejo que quien debería ser su ministro político, tal el caso de Dalmiro Garay, no cumple esa función.

En primer lugar porque eso es lo que imaginó el propio gobernador, que como describimos, quiere ejercer él mismo esa función, ya sea por omnipotencia o desconfianza; pero también por las condiciones personales del ministro, más afilado para el asesoramiento técnico jurídico de la administración pública que para lidiar con los diversos actores políticos en un escenario complejo como el que dejó Francisco Pérez.

Sí, reconocen los opositores, que en el plano de las cuentas públicas la figura de Martín Kerchner tiene vuelo propio y que hasta “habla” en nombre de Cornejo, casi como una excepción que confirma la regla, pues conocen que su principal fuente de asesoramiento económico-financiero es un hombre de extrema confianza del gobernador. Un caso similar, pero con menor intensidad, advierten en la figura del presidente de la Cámara de Diputados, Néstor Parés, habitual responsable de encolumnar a propios y ajenos para ratificar en la Legislatura los proyectos que prioriza el Ejecutivo.

Esta semana fue el turno del régimen de prisiones preventivas, una apuesta fuerte del Ejecutivo en materia de Seguridad que logró convertir en ley en apenas un mes, pero también de la búsqueda de consensos para el acuerdo con la Nación por la devolución de la coparticipación.

La oposición no ve mucho más de ese núcleo como “caras del gobierno” o posibles interlocutores que de hecho no existen: las negociaciones y las decisiones son de Cornejo. La queja también es para dentro del PJ, ya que el mandatario ha privilegiado el vínculo con la oposición a través de los intendentes peronistas, los que garantizan votos en la Legislatura, en vez de buscar acuerdos con los escasos dirigentes con cierta voz de mando en el justicialismo.

La descripción reluce también en sintonía con lo que los propios radicales advierten y empiezan a resignarse: el carácter solitario y esquivo de un gobierno que se definió a sí mismo como “de transición” pero que en vez de abrir el juego, lo concentra. En esa línea parecen inscribirse incluso algunos ilustres oficialistas como la propia vicegobernadora, Laura Montero (quien esta semana salió a marcar sus diferencias con el gobierno nacional por el tarifazo del gas, pero también por la tardía reacción del gobierno provincial a la que sus declaraciones en Twitter dieron fuerte impulso).

Desde el monterismo se dice que la del gobernador y su vice son dos lógicas políticas distintas y que si bien trabajan juntos y acuerdan acciones, muchas veces la jefa del Senado “sufre” la oquedad de Cornejo.

No es la única. También el senador nacional Julio Cobos (con quien lo une una mutua relación de afecto y desconfianza nunca saldada tras los amagues del ex vicepresidente de competir por la gobernación y aguar así los planes del cornejismo) y hasta el radical más encumbrado en la Casa Rosada, aunque no ostente ningún cargo: Ernesto Sanz. Se sabe, Sanz es hoy no sólo el artífice de Cambiemos sino el principal consultor político del presidente y pretende ser el fiel ideológico de la balanza del gobierno para que éste no se incline tanto a la derecha y justifique entonces la numerosa presencia de radicales (ministros y subsecretarios, entre otros cientos de tercera y cuarta línea) en el gobierno nacional.

Todos los radicales aludidos valoran la gestión, el coraje y la decisión de Cornejo pero coinciden (aunque tampoco lo dicen casi ni en privado para evitar interpretaciones erróneas o teñidas de falso internismo) en que el gobernador “no se deja ayudar”. Es que así como Cornejo ha decidido ser su propio ministro de Gobierno (y también de Seguridad) y de capitalizar de manera personal la relación con los intendentes y la oposición, de la misma forma ha decidido que no quiere intermediación alguna en su vínculo con Mauricio Macri y su gabinete.

De hecho, en el cobismo reseñan que su líder (un hombre con capacidad cierta de abrir puertas en Buenos Aires) en este tiempo sólo ha hecho gestiones para algunos municipios, cuando podría hacer más cosas por la Provincia. Entre ellas, mencionan la financiación para 12 cuadras de la calle San Martín y el reconocimiento del Parque Industrial de Las Heras (Daniel Orozco-UCR); el préstamo de terrenos del ferrocarril Belgrano para un espacio verde en Guaymallén (Marcelino Iglesias-UCR); la financiación de 150 casas en Junín (Mario Abed-UCR) y un fondeo, aún en trámite, para cloacas en Maipú (Alejandro Bermejo-PJ).

¿Razona el Gobernador que cualquier gestión nacional que pudiera venir fruto de los contactos de Sanz o de Cobos, mellan su capacidad de conducción, tanto del gobierno provincial como de la interna radical o su proyección futura una vez que termine su mandato? Por lo pronto, cuenta con la inestimable reciprocidad del propio presidente de la Nación, quien lo ve como un gobernante eficiente y al que pone de ejemplo por haber cerrado paritarias en torno al 25%, la meta de inflación que en diciembre de 2015 fijó el gobierno nacional para este año y aún de incierto cumplimiento.

Futbolero al fin, Cornejo pretende seguir tirando “paredes” sólo con Macri para que la Nación le devuelva más obras y financiamiento que permitan salir de la crisis y enderezar el barco como hasta ahora, a la espera de que la macroeconomía repunte como promete el oficialismo. Presto, esta semana salió disciplinado a avalar el megaproyecto de “reparación histórica” para los jubilados, que incluirá además el fin de la detracción que la Anses le hacía a las provincias y que, de paso, habilitará la posibilidad de blanquear capitales no declarados para engrosar las arcas públicas y reactivar una economía atrapada en el cambio de ciclo, con picos de fiebre inflacionaria y recesiva que –por ahora- sólo se aferra a la ilusión de un segundo semestre que todos señalan como promisorio pero que nadie arriesga a que sea mágico.

Mientras todo esto se confirma o no, Cornejo seguirá transitando ese inescrutable camino casi en soledad. Es su estilo, pero también su decisión.

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