Comprendiendo el territorio para su gestión

Desde su origen, Mendoza entendió que su territorio pertenecía a un clima árido y que para gestionarlo debía paliar las características propias de éste. Los incas, los huarpes y posteriormente los inmigrantes europeos, consideraron el aprovechamiento de los ríos como una buena alternativa para construir un territorio más amigable.

El ingeniero Cippolletti hace más de 100 años sistematizó el riego convirtiendo el secano en oasis para que su población desarrollara su vida social y productiva sin grandes agobios. Este excelente proyecto generó una cultura del oasis y dio a la provincia una identidad que los políticos del siglo XX supieron vender para beneficio de la población. Una Mendoza con bellezas naturales y con un buen aprovechamiento de sus recursos era una buena alternativa para invertir y crecer.

Los años pasaron y nadie generó otro proyecto que permitiera a la provincia seguir su desarrollo. Hoy, por la influencia de la globalización y las tendencias del mundo, la población aumentó significativamente y la urbanización se convirtió en el motor del buen vivir.

Mendoza, con un oasis que sólo ocupa el 4% de su superficie y con ciudades que se extienden en una superficie mínima de ese oasis, alberga casi dos millones de personas y es visitada por la misma cifra de turistas. Es importante resaltar que ese oasis, que fue diseñado con una población de unas cien mil personas, desertificó casi el 20% de aquella superficie original.

La baja rentabilidad en las empresas agrícolas y el atractivo que brindaba la ciudad con propuestas laborales interesantes, llevó al desarraigo del espacio rural. La población que buscó la ciudad para habitar, comprendió con el tiempo que a las virtudes que daban sus servicios se interponía un aire contaminado y un cemento que no podía esconderse por el verde de sus plazas.

Con la idea de mantener lo bueno y alejarse de lo malo, las familias buscaron trasladar sus residencias hacia las afueras del “centro”.

Un oasis es como una isla pero rodeada por tierras secas en las cuales la cultura de su población no es la misma que en las ciudades, ya sea por costumbres históricas o por falta de servicios o por la suma de ambas.

Frente a esta realidad, comenzó la competencia por recursos como el suelo y el agua. Se crearon numerosos barrios sobre suelos que tenían por finalidad la producción de alimentos y el agua de riego de aquellos cultivos pasó a uso urbano, incluyendo riego de jardines y llenado de piletas. Como algo distintivo se crearon los barrios privados, cuyas superficies aumentaron el litigio con los productores, especialmente del llamado “cinturón verde”.

Este proceso llevó a que la superficie compartida por fincas productivas y casas urbanas, tomara características propias que no eran rurales ni urbanas. Académicamente se le llamó superficie de interfaz.

Los científicos comenzaron a investigar para entender mejor lo propio de la interfaz y los políticos empezaron a ver con preocupación que los productores más débiles vendían sus tierras y que el cinturón verde corría riesgos de verse desplazado hacia zonas más lejanas del mercado urbano.

La ley de ordenamiento territorial, surgida hace varios años, quería ordenar el territorio para que los negocios sin control no nos comprometieran el futuro. Debido a que un plan de ordenamiento territorial debe ser construido con la población, el tiempo pasó y aún no existe este paraguas que cobije a los planes municipales para el ámbito de sus territorios. Es necesario que en estos futuros planes, el secano deje su aislamiento y se integre al oasis para evitar la vulnerabilidad a la que está expuesto el oasis actualmente.

Debido a que la globalización y el dinero son dos amigos que avanzan juntos, hace falta que la comunidad se encuentre informada y capacitada para poder atender estos temas que hacen a su futuro y su buen vivir. También es importante que las políticas que se aplican se apoyen en conocimientos generados por la ciencia, las tradiciones, las experiencias y los deseos de la población.

Frente a la necesidad de compartir ideas y avanzar en un aprendizaje conjunto, la UNCuyo, el INTA y el Conicet organizan un Foro Regional sobre los desafíos de gestión territorial rural, los días 3 y 4 de noviembre, en la Facultad de Ciencias Agrarias.

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