Cómo llegamos a esto

Una desvirtuada interpretación de la crisis sufrida en 2001/02 por parte del peronismo fundamentó al kirchnerismo, su prepotencia y corrupción.

Cómo llegamos a esto

Por Fernando Iglesias Periodista. Especial para  Los Andes

"Cabeza llena de caca, tu cuerpo es una mierda porque saliste de la cloaca", dice que me dijo, como en un verso, el ex presidente del Banco Central Aldo Pignanelli. "Gorila hijo de puta", afirma que me dijo el economista del Frente Renovador Aldo Pignanelli. "Conmigo no te metás. No sabés de dónde vengo. Si querés te pego un tiro", sostiene que me dijo el miembro del consejo directivo y candidato a presidente del Consejo Profesional de Ciencias Económicas, Aldo Pignanelli. Así lo reconoció en un programa de Radio Cooperativa (ver http://radiocut.fm/radiostation/cooperativa/listen/2016/06/13/19/37/46/#) refiriéndose a un anterior programa de TV cuyo recorte puede rastrearse en (https: //www.youtube.com/watch?v=2nPZsIxR3Ao).

Lo único que me ofendió es que Pignanelli me tratara de ignorante, porque todo el mundo sabe de dónde viene Pignanelli. Pignanelli viene de ser denunciado por “sabotaje y homicidios” en relación a la supuesta venta de medicamentos adulterados por Cofeme, empresa dedicada a la “compra, venta, preparación, envasamiento, fraccionamiento y distribución de medicamentos y drogas” en la que Pignanelli era socio del esposo de Diana Conti. Pignanelli viene de ser procesado por administración fraudulenta junto al presidente del Banco Central menemista, Pedro Pou, debido a su actuación en el Central durante la liquidación del Banco Medefin.

Pignanelli viene, sobre todo, de una tradición política, la del peronismo bonaerense, que se rasga hoy las vestiduras exhibiendo sensibilidad social pero se olvida de que casi todos sus miembros -Pignanelli, el primero- fueron legisladores, funcionarios, ministros, jefes de gabinete y/o candidatos testimoniales de la alianza entre el Partido Justicialista y el Frente para la Victoria que dejó al país al borde del abismo y anda enterrando dólares por los conventos de la Patria.

Pignanelli viene también de la gestión de la anterior crisis económica, la del 2001-2002, en la que el gobierno de los sensibles sociales, sabiamente conducido por Eduardo Duhalde, fue responsable de las siguientes proezas: aumento del 50% de la pobreza en un solo año (del 38,3% de octubre de 2001 al 57,5% de octubre de 2002, datos del Indec y récord histórico absoluto), devaluación del 75% en pocos días, baja del 10% en el PBI en un año, 40% de inflación sin paritarias y con salarios congelados, y apropiación de los dólares de los pequeños ahorristas, ya que los únicos que recibieron los dólares que había prometido Duhalde fueron los bancos. Un festival de la economía solidaria, como se ve, que tuvo a Pignanelli al frente del Banco Central como personaje destacado.

¿Encarnizamiento personal? De ninguna manera. Más allá de la anécdota, lo sucedido con Pignanelli es clarificador para entender cómo llegamos hasta aquí y qué hicimos para merecernos esto. No sólo el hecho de que un dirigente de primera línea de ese peronismo rebosante de promesas de renovación pero carente de toda autocrítica se permita semejantes exabruptos públicos, sino -principalmente- la carencia absoluta de reacciones condenatorias. En efecto, después de insultarme al aire sin que nadie atinara a ponerlo en su lugar, en el primer corte publicitario, mientras un solo panelista -un diputado del Pro cuyo nombre no recuerdo, y lo lamento- se acercó a solidarizarse conmigo, Pignanelli charlaba animadamente con cuatro de los panelistas del programa, uno de los cuales yo consideraba mi amigo hasta entonces.

No fue todo. Pignanelli, quien jamás se disculpó y completó su exabrupto mintiendo acerca de lo sucedido fuera de cámara, encontró la inmediata complicidad del kirchnerista Carlos Polimeni y siguió siendo invitado a ese programa, en tanto a mí se me excluía por meses. Por mi parte, subí a Twitter los links de las barbaridades proferidas por Pignanelli con copia a Sergio Massa, Felipe Solá y Graciela Caamaño, dirigentes del Frente Renovador que Pignanelli integra, sin recibir respuesta.

Ahora viene la pregunta crucial, la que trasciende el plano personal porque define una época que no ha terminado con el cambio de gobierno. La pregunta es: ¿qué hubiera pasado en una circunstancia inversa? ¿Qué no hubieran dicho los muchachos peronistas si hubiese sido yo quien le dijera a Pignanelli “cabeza llena de caca”, “mierda que salió de la cloaca” y “peronista hijo de puta”? ¿Cuántos bombardeos de la Plaza de Mayo, torturas y proscripciones me hubieran sido atribuidas si hubiese sido yo el que dijera: “Te pego un tiro. Conmigo no te metás. No sabés de dónde vengo?”.

Responder a esta pregunta, comprender que si hubiera sido yo el ofensor habría sufrido un instantáneo y definitivo exilio político, es crucial para entender los desastrosos veinticinco años de hegemonía peronista que acabamos de propinarnos los argentinos, así como el factor decisivo por el cual ningún presidente civil no peronista terminó su mandato después de Alvear, en 1928. Responder esta pregunta es comprender que el peronismo juega con viento a favor, en cancha inclinada a favor y con las reglas del rugby, mientras se lamenta de que algunos entre quienes tratamos de jugar al fútbol pongamos pierna fuerte.

Sobre todo, responder a la cuestión Pignanelli es comenzar a desatar el nudo del gran malentendido interpretativo de lo sucedido en la anterior crisis, la de 2001-2002; cuya desvirtuación por parte del sesgo peronista fue la justificación fundacional de doce años de peronismo kirchnerista.

Doce años de oprobio y una enorme oportunidad desperdiciada que hubieran sido imposibles sin que la gente se acordara del 38% de pobreza de la Alianza y se olvidara de los diez años de Convertibilidad peronista que los causaron y del 57% de pobreza de Duhalde; sin que nos lamentáramos por años, amargamente, por el recorte del 14% de la Alianza mientras nos olvidábamos del 40% de inflación con salarios congelados de Remes Lenicov; sin que sigamos hablando de “los 38 muertos de De la Rúa” a pesar de que 25 de ellos murieron en provincias donde la responsabilidad sobre el accionar de la Policía estaba completamente en manos de gobiernos peronistas.

Fue por eso, por malinterpretar los hechos y dejarnos prepotear, que pasamos del “Roban pero hacen” menemista al “Roban pero defienden los Derechos Humanos”, “Roban pero redistribuyen la riqueza”, “Roban pero el país no estalla” del kirchnerismo. Fue por eso que votamos “Se necesita plata para hacer política” y terminamos en “Cuando veo estas cajas, éxtasis”. Fue por eso, porque nos dejamos correr con amenazas o -más simplemente- con la palabra “gorila”, que a los muchachos patoteros se les ofrece aún charla amable y respeto mientras condenamos al ostracismo y a la indiferencia a quienes los denunciaron y sufrieron sus agresiones.

No hablo de mí, por supuesto. Lo digo por los miles de Lanatas, Carriós y Sebrelis de este país que no son figuras públicas y sufrieron persecuciones y amenazas y fueron condenados al silencio. Y tampoco lo digo por lo sucedido durante el kirchnerato. Sucede ahora. Está sucediendo. Por obra de gente que, en muchos casos, miró para otro lado y lo perdonó todo por doce años y hoy juzga al gobierno de Cambiemos con parámetros suizos.

¿Cómo llegamos a esto? Permitiéndoles todo. Juzgando con una vara al peronismo y con otra vara al resto. Los pistoleros de boquilla como Pignanelli y los ladrones como José López existen porque así lo quisimos. Están en todos lados. En los lugares de trabajo, los consorcios, las escuelas y las universidades, los sindicatos, los clubes de fútbol y las asociaciones de clubes de fútbol, y no sólo en la política. Y si siguen estando donde están es porque lo toleramos o lo queremos. Expertos en ponciopilatismo. Peronistas cierra-grietas.

Justificadores de lo injustificable. Periodistas chupamedias de quien amenazó a un colega. Insultantes. Obsecuentes. Poderosos. Obscenos.

Siguen ahí, además. Y no está dicho que si este gobierno sufre un traspié económico el eterno retorno de la argentinidad al palo no comience de nuevo. Así que no me vengan con “No imaginamos esto”, porque hubo muchos que pusimos el cuero y los denunciamos con nombre y apellido a la Justicia hace una década, mientras se nos insultaba y se nos decía apocalípticos y delirantes; mientras se nos acusaba de no tener pruebas a pesar de que todo estaba a la vista para quien quisiera verlo.

Así que no me vengan, artistas populares, militantes del aire, matemáticos del misterio, con sus “¡Qué sorpresa!”, sus “¡Qué decepción!” y sus “Recién me entero”. Devuelvan la que se llevaron durante doce años con subsidios injustificados y pagos desproporcionados, así lo destinamos a salud y educación. Y mucho menos me vengan con sus “Me disocio”, compañeros diputados y senadores peronistas. Sáquenle los fueros a Menem y a De Vido, y después vemos.

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