China, Brexit y Malvinas

Apenas unas pocas horas llevaría a la dirigencia china pensar y ejecutar un plan estratégico inesperadamente puesto en bandeja por el desembarco argentino en las Islas Malvinas, el 2 de abril de 1982. ¿Su objetivo? Recuperar definitivamente Hong Kong.

Por entonces, los británicos llevaban cerca de siglo y medio en Hong Kong y, más allá de los tratados existentes referidos a cuestiones de locación y el traspaso pactado para  1997, lo cierto es que hasta abril de 1982, las autoridades inglesas no exhibían genuina preocupación por cumplir lo pactado. En rigor de verdad, no pensaban devolver a los chinos dicha región.

Préstese atención a las fechas que estamos señalando porque desde el momento en que en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se supo del desembarco argentino en Malvinas, el comportamiento de China constituye un claro ejemplo de oportunismo y pragmatismo estratégico. De ello los argentinos debemos tomar nota y mucho tenemos por aprender.

Un brevísimo y elemental repaso cronológico nos indica que en 1945 China ya exhibía interés por recuperar la soberanía sobre Hong Kong.

En 1949, en plena "Guerra Fría", nace con Mao y la revolución, la República Popular China.

En 1978, con Deng Xiaoping, China inicia un profundo proceso de transformación para reposicionarse como potencia en el sistema internacional. Los resultados de dicha transformación son visibles en la actualidad.

En 1979, si bien estaban convencidos de querer recuperar Hong Kong, no encontraban opciones claras, en el marco de negociaciones con los británicos.

Dos años después, en 1981, habían tomado la decisión de ejercer presión sobre los británicos para negociar. Sólo restaba encontrar el momento oportuno.

De la mano del gobierno argentino, ese momento oportuno finalmente llegó.

En efecto, al día siguiente del desembarco argentino en las Islas Malvinas, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunió para tratar la cuestión. El embajador argentino ante la ONU intentó que tanto China como Rusia -por entonces la Unión Soviética- rechazaran a través del veto, la Resolución 502 propuesta por Londres, que exigía -entre otras cosas- el retiro de las tropas argentinas.

No lo hicieron. Sólo se abstuvieron.

Es que China había entendido inmediatamente que "aquel momento oportuno" había llegado.

El voto de China en el Consejo de Seguridad el 3 de abril de 1982 fue un voto táctico, en su estrategia de buscar sentar a los británicos en la mesa de negociaciones sobre la soberanía de Hong Kong. En otras palabras, el conflicto de Malvinas resultó ser funcional a los intereses estratégicos chinos.

Al abstenerse, China presentaba una posición ambivalente, en tanto que no era a favor ni en contra de ninguna de las partes en conflicto.

Sin embargo, aquella ambivalencia era de enorme utilidad para sus intereses, porque con la abstención se aseguraba la posibilidad de discutir con un Reino Unido impactado por su frente de conflicto con la Argentina. Y, por la naturaleza del conflicto, una cuestión de soberanía.

En efecto, el 6 de abril de 1982, tan sólo cuatro días después del desembarco argentino, Deng Xiaoping comunicó personalmente a funcionarios británicos la intención de recuperar definitivamente Hong Kong.

En suma, para China fue un suceso externo e inesperado, que supo aprovechar en beneficio propio. También la Argentina cuenta hoy con un suceso externo e inesperado, que puede aprovechar en beneficio propio.

Es el Brexit, término popularizado que expresa la decisión de los británicos de retirarse de la Unión Europea. Se trata de un divorcio que, en la práctica, constituye un proceso muy complejo que llevará al menos dos años en concretarse.

La cuestión Malvinas no es como el caso de Hong Kong. Son diferentes, tanto en su origen como en su naturaleza jurídica, por lo que tampoco es factible aplicar la misma fórmula de solución. Sin embargo, el Brexit abre una oportunidad histórica para la Argentina que, entendemos, debe leerse en dos dimensiones.

Por un lado, siendo miembro de la Unión Europea, el Reino Unido había logrado que las Malvinas fueran reconocidas por todos los países miembros como sus territorios de ultramar. Al dejar de pertenecer a la Unión Europea, es posible pensar que algunos países decidan en el futuro apoyar a la Argentina.

En segundo lugar, los ingleses tienen serios conflictos al interior del Reino Unido, que deben atender. Escocia exhibe una fuerte vocación por su independencia. También por seguir perteneciendo a la Unión Europea. La sociedad se divide en partes iguales. Lo mismo puede ocurrir con Irlanda del Norte. En otras palabras, el Reino Unido no está tan unido.

En relación a la cuestión Malvinas, tampoco existe una posición unánime de apoyo a Inglaterra. Sea que se trate de Irlanda, de Escocia o de Gales.

Está claro que el imperio británico dejó de existir hace tiempo, y que el declive económico y militar resulta evidente. Sin embargo, no debemos soslayar que poseen la sexta economía del mundo y el quinto poder militar del planeta.

Nosotros necesitamos paciencia, estrategia y esforzarnos para posicionarnos como un país relevante en el sistema internacional.

Aprendamos de las experiencias, propias y ajenas porque el tiempo, a partir de ahora, juega a nuestro favor.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.

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