Cerro Aconcagua: recuerdos de un baqueano

Son pocos los hombres que hoy pueden dar testimonio de una época del cerro Aconcagua, en los años '50, en que se construyeron refugios de altura en la mole de casi 7.000 m. Uno de ellos es el baqueano militar Tomás Adolfo Giménez, hoy de 90 años. Aquí, su

Cuando en los finales de los años '40 y comienzos de los '50, comienza una nueva era de ascensos al coloso Aconcagua (6.962 m), el Ejército argentino y el mismo presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, estaban empeñados en instalar refugios en la parte alta de la montaña para apoyar a las expediciones que procuraban la cima.

A ese grupo de hombres pertenece el suboficial mayor  Tomás Adolfo Giménez, con 90 años recién cumplidos, uno de los pocos testigos de esos empeños, como integrante de la 1ª Sección Baqueano, disuelta en 1960,  con base entonces en el Regimiento de Infantería de Montaña 16, en Uspallata. Otro integrante de esa camada es Modesto Ávila, residente en Perdriel, un poco mayor que nuestro entrevistado.

Misión. Los baqueanos como Giménez y Ávila (este hermano de Belindo, uno de los 'próceres del Aconcagua, al igual que el recordado César Darvich) tuvieron a su cargo la construcción de los refugios de Plaza de Mulas inferior (4.200 m), otro en los 6.400 m y por último el Presidente Perón (hoy Independencia), a 6.700 m, la construcción permanente más alta del mundo.

La operación refugios estuvo a cargo del entonces teniente 1ro Valentín Julián Ugarte, con los años un pionero del montañismo mendocino.  "Los materiales para construir los refugios venían con precinto y las maderas numeradas. Eran transportados por las nobles mulas, surgidas del haras La Remonta, en Campo Los Andes. Eran imprescindibles para la tarea por su resistencia a la altura y el frío. Cada bulto pesaba 25 kg", recuerda Giménez, en su casa de la calle España, delante de varios álbumes de fotos.

Esa misión se realizó durante 1951. El encargado de la sección Baqueano, era el famoso Belindo Ávila. En los 6.400 ya había un lugar para protegerse, bautizado  Nicolás Plantamura, en homenaje al primer argentino en alcanzar la cumbre (8 de marzo de 1934), pero hacía falta disponer de más protecciones.

Peripecias. Giménez señala que para las instalaciones debían aprovecharse los momentos de buen tiempo. No faltaron ocasiones en que tuvieron que descargar los materiales a medio camino y volver raudamente a Plaza de Mulas. "En una ocasión, en la Cuesta del Afligido, que antecede al campo base, un macho carguero que transportaba maples con 47 docenas de huevos se dio vuelta y cayó. Un reguero de color amarillo quedó sobre el terreno pedregoso, como testimonio del incidente", refiere Tomás. El bicho sobrevivió, sufriendo solamente la fractura de su cola.

Equipamiento. Contó también nuestro hombre que los refugios quedaron provistos con cuatro bolsas cama de pellón, un calentador a querosén, y además se marcó el derrotero de una gran parte de la ruta Norte o normal con estacas metálicas. Lamentablemente ese material fue desapareciendo con el paso del tiempo.

Valentín, el jefe

"Aunque Belindo Ávila era el jefe natural de la sección Baqueanos, la misión estaba al mando del teniente primero Ugarte. Tenía prácticamente nuestra edad, y siempre tuvo un comportamiento muy leal, especialmente en el cuidado de la salud y la alimentación del personal", contó el veterano militar. También agregó que la sanidad de los expedicionarios estaba a cargo de uno de sus compañeros, aunque todos tenían conocimientos de primeros auxilios.

Esa posibilidad de resolver imprevistos se puso en evidencia cuando por aquellos años y a cinco kilómetros de Polvaredas, un camión militar con personal a bordo volcó y hubo varios heridos. En ese vehículo viajaba Giménez, y fue él quien auxilió rápidamente a un joven subteniente (Pedro Díaz Gordillo), a quien se le cayó un canasto con carne en el tórax, causándole lesiones y un serio compromiso de tráquea. "Le apliqué dos inyecciones intramusculares de novalgina, hasta que llegó el auxilio de los médicos y lo estabilizaron. Siempre que me encontraba en un festejo del Día de la Caballería, decía a todos que estaba alrededor 'vivo gracias a Giménez' ".

Japoneses a la cima. Otra tarea que cumplió Giménez en los contrafuertes del Centinela de Piedra es haber asistido en enero de 1954, a una numerosa comisión de japoneses que aspiraba depositar la mayor cantidad de integrantes en la cúspide. "Los ayudamos -evoca- a aclimatarse, los llevaba por tandas hasta los refugios altos y luego descendíamos. Nueve lograron el objetivo. Eran mezquinos. Nunca agradecieron, salvo que lo hayan hecho a través de la embajada de su país".

En lo que concierne a su ascenso personal al Aconcagua, lo logró el 29 de enero de 1953, en un trabajo que encabezó el ya nombrado Darvich, quien coronó 10 veces la más alta elevación de América.

Esquiador. El baqueano Giménez también fue buen esquiador. En 1976 estaba realizando un curso de la especialidad en Puente del Inca y recibió la noticia de un hijo suyo (Raúl Adolfo) iba a ser operado de urgencia de amígdalas. "No podía bajar porque el camino estaba bloqueado por una gran nevada. Entonces pedí permiso, me calcé las tablas y bajé esquiado unos 30 kilómetros hasta Polvaredas, donde el gerente del hotel de Uspallata me llevó hasta la villa y de ahí partí en vehículo hacia la ciudad".

Alud mortal. En otra ocasión Tomás vivió la odisea de un alud que se produjo entre Puente del Inca y Las Cuevas, y que mató a una familia de residentes en la zona y a un oficial de la Marina, que realizaba un entrenamiento en la región. "Para bajar a los heridos de ese trágico episodio contamos con el apoyo de un trineo especial que estaba probando Hernán Pujato, quien luego se convertiría en un gran antártico y fundaría la primera base argentina, General San Martín, en el Continente Blanco, el 21 marzo de 1951".

Una mujer. Otra persona que conoció el baqueano en las laderas del imponente cerro fue Nelly Noller, quien con apenas 21 años hizo historia al ascender el Aconcagua un luminoso 16 de enero de 1952. Casada con un mendocino (Rolando Mikkan), Nelly, de 85 años, vive en Toronto (Canadá).

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