Ya son 18 los jóvenes hipoacúsicos o sordomudos que han denunciado haber sufrido abusos sexuales en el instituto religioso Antonio Próvolo, de Luján, al menos desde 2005. Y teniendo en cuenta que varios de ellos manifestaron haber sido atacados en más de una oportunidad, los episodios concretos que se contabilizan en la investigación son -por lo menos- 28.
No obstante, la cifra podría aumentar en los próximos días, ya que algunos abogados de la querella están asesorando a otras 3 personas, quienes les han comentado algunos "episodios extraños" que vivieron mientras asistieron al instituto y su albergue.
“Falta que declaren en detalle sobre los episodios para determinar si son testigos de los abusos ya denunciados o directamente víctimas de nuevos episodios”, indicaron fuentes de la investigación.
Lo cierto es que es poca la información que se ha dejado trascender de la última persona que se sumó a esta lista de posibles abusados, más teniendo en cuenta que podría solicitar ampliar los detalles en calidad de testigo de identidad reservada.
El abogado Oscar Barrera -quien acompaña al nuevo denunciante- indicó que el joven está dispuesto a presentarse ante la Justicia la semana próxima para contar los detalles del episodio que -sostiene- vivió mientras asistía a la institución ubicada en la calle Boedo 385 (Carrodilla) cuando era menor de edad.
Declarará la monja
Por los episodios denunciados se encuentran detenidas e imputadas 6 personas: los curas Nicola Corradi y Horacio Corbacho, la monja Kumiko Kosaka y los administrativos Jorge Bordón, José Luis Ojeda y Armando Gómez. Sobre todos pesa la misma acusación: abuso sexual y corrupción de menores.
Kosaka -japonesa de nacimiento- fue la última en ser detenida y ya ha declarado 3 veces en la Fiscalía Luján-Maipú (es quien más ha comparecido ante la Justicia): en todas ha rechazado las acusaciones que le hacen y se ha declarado inocente.
La semana próxima está previsto que Kosaka amplíe nuevamente su declaración -algo que solicitó su defensa- y (según trascendió) sólo responderá las preguntas que formule su abogado, Carlos Varela Álvarez. La misma estrategia adoptó la primera vez que declaró, aclarando que no estaba dispuesta a responder consultas de la fiscalía y la querella.
En aquella oportunidad solamente se limitó a explicar cuáles eran las funciones que cumplía en el Próvolo mientras estuvo (de 2004 a 2012) y cómo transcurrían sus días como una de las encargadas del albergue femenino. Hasta llegó a considerar “aberrantes” los episodios por los que se la acusa en el expediente.
Además de la ampliación de testimonio, su defensa también solicitará que se cite como testigos a vecinos del barrio Carbometal (ubicado al lado del Próvolo) y a ex empleados del instituto. Todo parece indicar que el objetivo de este pedido es que quienes declaren relaten desde su punto de vista lo que observaban del día a día de la monja e intenten así limpiar su imagen.
Las víctimas que señalan a Kosaka como una de las agresoras destacan que era “la monja mala” y que les pegaba en las manos. De hecho, tres chicas la incluyen en la misma cantidad de denuncias concretas y escalofriantes.
Una de ellas sostiene que la acusada la envió con un cesto de tortitas a la habitación de Corbacho (donde el más joven de los curas la violó, y la acusación concreta es que “la entregó” para que esto ocurra), mientras que otra de las denunciantes dice que la religiosa japonesa le puso un pañal para disimular las hemorragias tras haber sido sometida sexualmente, también por Corbacho.
La tercera de las denuncias da cuenta de que la monja obligaba a algunas alumnas a tocarse entre sí, mientras que ella también las tocaba. Incluso, la acusan de haberles tirado del vello púbico.