Capitanich, la pobreza y la subestimación a los argentinos

Cuando Jorge Capitanich asumió la Jefatura de Gabinete de la Nación, poco después de la derrota electoral que en octubre del año pasado sufrió el Gobierno, muchos políticos y analistas del quehacer nacional celebraron esa designación. Entendían que el gob

La función del jefe de Gabinete de ministros se había distorsionado significativamente durante los años de gestión de Cristina Fernández de Kirchner.

Por lo tanto, se celebraba que una nueva figura abriese la puerta a la posibilidad de diálogo con la oposición, por su obligación de ir mensualmente a exponer al Congreso, y generara expectativas de mayor transparencia de los actos de gobierno con la convocatoria a conferencias de prensa periódicas, algo que el kirchnerismo nunca había intentado ni con Néstor ni con Cristina Kirchner.

Sin embargo, con el correr de los meses la imagen de Capitanich rápidamente se desdibujó. Sin duda, el entorno presidencial no podía permitir que un nuevo funcionario no surgido del riñón político de los Kirchner opacara la figura de la Presidenta de la Nación y de ese modo rápidamente el núcleo duro del kirchnerismo se encargó de limar el poder del jefe de Gabinete, negando muchas veces versiones o informaciones que de él surgían y limitándolo a ser un mero defensor ante los periodistas que lo escuchan diariamente de los muchos desatinos que caracterizan al actual gobierno nacional.

Es así como hace pocos días, Capitanich dijo alegremente desde su atril que "todos los indicadores de pobreza e indigencia han mostrado a través de organismos multilaterales de crédito y de las Naciones Unidas que la Argentina ha prácticamente erradicado los niveles de indigencia y hambre". Y también hizo alusión a "una fuerte reducción" de la pobreza en el país.

Capitanich se refirió así a la información que proporcionó el observatorio de la Universidad Católica Argentina (UCA), a la que muy desafortunadamente invitó a "discutir desde el punto de vista metodológico" el tipo de encuestas que realiza periódicamente y con un grado de precisión siempre muy elevado.

El Barómetro Social de la UCA señaló una cruda cifra: el 42,6 por ciento de las personas de hasta 18 años que viven en el Gran Buenos Aires no pueden acceder a bienes básicos.

Fue tan grande el barullo y la indignación que las palabras de Capitanich generaron, tanto en el contacto con la prensa como en una visita que hizo en la Cámara de Diputados, que el propio funcionario salió luego a intentar desmentir parte de lo que dijo y, como es habitual en el kirchnerismo, a responsabilizar a la prensa no oficialista de dar a conocer lo que, justamente, no le conviene al Gobierno.

Independientemente del mayoritario voto adverso de la gente hacia el oficialismo en la última elección legislativa, que debería eximir de comentarios a las disparatadas apreciaciones del jefe de Gabinete, el momento debería ser propicio para que el grueso de la ciudadanía reflexionara sobre el menosprecio al que es sometida con actitudes como la que pone en evidencia este tipo de dirigentes.

Pretender hacer creer que la pobreza y la miseria en la Argentina están en retirada no sólo es de una falsedad descarada, sino que constituye una lamentable subestimación a la inteligencia y a la dignidad de los argentinos en su conjunto.

Esa subestimación, no significa otra cosa que subvalorar no sólo a los pobres, que son los ignorados, sino a la gran mayoría, que es tratada como necia o idiota por pretender ver y alarmarse por todo lo que el Gobierno quiere silenciar.

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