Cambiar estrategias ante ataques impositivos

Las constantes iniciativas para gravar a los vinos o bebidas en general muestran a la industria carente de estrategias que prevean estas iniciativas perjudiciales.

Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes 

Esta semana tomó fuerza, nuevamente, la intención del oficialismo de aplicar un impuesto especial a las bebidas en general y a los cigarrillos con el objeto de financiar un programa denominado “Asignación Universal al Deporte”, con la intención de apoyar las prácticas deportivas como mecanismo para generar actividades que alejen a los jóvenes de las drogas.

Esta iniciativa es complementaria de otra impulsada para crear un fondo anticíclico para regular el mercado de vinos, y se siguen sumando iniciativas “creativas” de varios legisladores ante el estupor de los actores de la industria que siguen aplicando la sola estrategia de la reacción y la queja.

Esto revela varias cosas, pero las principales son que la industria se ha venido equivocando en su forma de acción, basada en tratar de conseguir cosas o quejarse, pero siempre mirándose el ombligo y olvidándose de comunicar a la sociedad muchos logros que le darían al vino ventajas diferenciales.

Vino como alimento

En el Código Alimentario Argentino el vino era regulado como bebida alcohólica y luego la ley de Vinos se hizo cargo de la regulación específica. Unos años después se incorporó la condición adicional de reconocerlo como alimento.  Con esto, no solo reconocía características científicamente demostradas, sino que emulaban acciones realizadas en otros países vitivinícolas.

Esta situación legal debería darle al vino protección contra los avances legislativos, pero esta condición, que está reconocida por estudios científicos, no está difundida entre la población y mucho menos fuera de las provincias productoras.

Hace falta trabajar mucho en materia de comunicación atacando diversos frentes porque, en la medida que se tome conciencia en la población de su condición de alimento de alta calidad, se estará poniendo un freno a los embates “creativos”, no solo de los políticos sino a la de algunas ONG que pueden irrumpir en el escenario con discursos estudiados.

La industria ha venido invirtiendo en comerciales sobre el vino para estimular su consumo, pero falta trabajar mucho más en las bondades de su consumo como alimento. Estas acciones, lógicamente, deberían estar asociadas a las acciones de consumo responsable, para lo cual se debería acudir a mensajes racionales y emocionales dirigidos a distintos públicos y diferentes situaciones de consumo con un fin educativo.

El vino Bebida Nacional

El 3 de julio de 2013 el Congreso Nacional sancionó por unanimidad de todos sus miembros la ley 26.870 que declara al vino como Bebida Nacional, beneficio que luego se hizo extensivo al mate. Esto fue festejado largamente y en parte se ha utilizado en algunas comunicaciones, pero tampoco ha sido explotado en la difusión ante los consumidores.

En realidad se ha conseguido algo muy importante que no ha sido puesto en valor, ya que para la gente solo es una bebida alcohólica más y muchos la culpan de accidentes y otras desgracias. Realmente, consiguieron algo muy valioso y no han sabido explotar su significación, no solo para generar imagen en el exterior, sino para crear conciencia a nivel de los consumidores en todo el país.

Esto explica que, a pesar de muchas movilizaciones y delegaciones que viajan a Buenos Aires para hacer gestiones, los actores de la industria solo cuentan con su entusiasmo pero no existen consumidores convencidos que puedan actuar como freno ante las distintas estocadas que recibe el producto.

Incluso, muchas iniciativas están mal encaradas y generan broncas con otros sectores o actividades económicas. Un ejemplo es el proyecto que pretende obligar a los fabricantes de gaseosas a edulcorar con jugo concentrado de uva. Y realmente esto genera problemas ante la industria azucarera y los productores de fructuosa de maíz.

Pero es una acción que deja flancos débiles difíciles de defender. Algún dirigente de las provincias que se oponen se quejaba de porqué los mendocinos no incluían en la obligación a las empresas conserveras para que también usen jugos concentrados de uva en los jarabes que se usan como almíbar o para edulcorar mermeladas.

Un impuesto absurdo

Este impuesto a las bebidas pretende aplicar una tasa fija de $ 0,45 por botella de bebidas (desde agua hasta ron o vodka) y la tasa es igual para botellas de 300 cm3 o de 2,25 litros. A su vez prevé una alícuota de 1,5% sobre el valor de los cigarrillos.

En realidad, salvo las aguas minerales, el resto de las bebidas ya tienen una aplicación de impuestos internos, por lo que no tiene sentido gravar mucho más estos productos que, culturalmente, se han incorporado al consumo masivo.

Más allá de que el objetivo debería ser objeto de una coordinación porque ya hoy existen presupuestos para fomentar el deporte tanto en la Nación como en provincias y municipios. No obstante, se deberían reasignar partidas de gastos totalmente inútiles para cumplir estos objetivos en lugar de gravar a los productos y seguir perjudicando a los consumidores.

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