Tiene ojos transparentes como soñadores, claros como sus ideas. Sonríe la mayor parte del tiempo y según dice su madre, tiene habilidades para todo lo que se propone. La prueba está en que tiene ocupado todo el día con actividades pero eso no es obstáculo para hacerlas con éxito.
Así es Germán Badallo Randis (13), el ganador 2016 de la beca Adolfo Calle, una ayuda escolar que otorga diario Los Andes durante toda la trayectoria en el nivel medio entre los participantes con mejores promedios de séptimo grado.
Representó a la escuela Carmen Vera Arenas de la Universidad Nacional de Cuyo y actualmente cursa primer año en el Departamento de Aplicación Docente (DAD) de la misma casa de altos estudios.
La particularidad es que es mexicano. Su mamá se llama Rebeca, una psicoterapeuta mendocina; y su papá es Iván, ingeniero en telecomunicaciones oriundo de México; la familia se completa con una hermana de 15 años.
Germán es versátil en sus habilidades: toca el piano y hace gimnasia deportiva desde hace 3 años. El entrenamiento es intensivo, de lunes a viernes durante 4 horas; eso no le impide ser un excelente alumno y además colaborar con las tareas domésticas asignadas.
La tiene clara y se tiene confianza: quiere ser ingeniero químico y físico cuántico y al decirlo se explaya sobre las particularidades de esta carrera.
De allí será que surge su interés por las estrellas y el espacio, tal el tema de la composición que lo llevó al primer lugar del certamen.
“Un camino para recorrer hacia las estrellas” relata cómo un personaje logra ingresar a la NASA y subir solo a una nave para ir en busca de otros mundos (ver aparte). “Se me ocurrió en el momento, a medida que iba escribiendo. Primero pensé en la trayectoria de la estrella y después se me ocurrió lo del personaje”, comenta. Y ante la pregunta, completa con seguridad aquello que no quedó plasmado en el texto: el personaje no vuelve a la Tierra, está seguro de que encontrará otros mundos y se inscribió para trabajar allí con la única intención de tomar la nave para concretar su sueño.
Dice que también ha pensado en la posibilidad de estudiar profesorado de Física, “aunque no se sabe, quizás termine dedicándome a las letras”, admite.
Es que su mamá relata que desde pequeño escribe y dibuja, y lo hace con destreza. “Hace 4 años, cuando llegamos de México para instalarnos acá, comenzó a escribir una novela y dibuja historietas desde los 6”, relata Rebeca. Y lo describe como “alguien muy curioso, inteligente, inquieto, que quiere saber todo y todo lo cuestiona. Está siempre leyendo y con él se puede hablar de cualquier tema”. Por eso, considera que es un gran desafío ser su madre. “Tiene facilidad intelectual y motriz para lo que quiera hacer”, subraya.
Germán ya había obtenido un premio recientemente: el año pasado logró junto a un compañero el primer lugar en las Olimpíadas Nacionales de Ciencias Juniors.
Otro de sus gustos es armar legos (los famosos bloques de juguete) mientras que también disfruta mucho de la música.
Llegó a participar del certamen por la beca el pasado 12 de marzo acompañado de su “hinchada”: sus padres, su hermana, su abuela y una prima mexicana que estaba de visita. Al desafío se sumaron 75 chicos y chicas egresados de séptimo grado y mejores promedios de sus cursos, quienes tomaron lápiz y papel para abocarse a la tarea literaria. “Me puse un poco nervioso cuando me dieron la hoja, pero me gustó participar”, recuerda.
Entre las cosas que piensa hacer con el dinero que reciba menciona: pagar la clase de gimnasia “porque es algo que a mí me gusta” y comprar libros.
El texto ganador
Un camino para recorrer (hacia las estrellas)
Una estrella fugaz se dibuja en el cielo nocturno y, un segundo después, se desvanece. La línea de luz recorre la oscuridad un instante para, luego, perderse entre las estrellas y seguir hacia otro lugar en el universo.
Él la ve. La observa y la admira. Pide un deseo mientras ingresa al edificio en medio del desierto, en mitad de la noche.
Lo recibe la calefacción del lugar y una mujer vestida de azul cobalto.
Deja volar su mente con locas ideas mientras firma un contrato y, luego, otro, y otro más. Anhela su deseo mientras se dirige a la enfermería y un médico lo analiza. Rápidamente concluye el proceso y le dicen que está listo.
Avanza entre dos estrechas paredes que forman un pasillo pequeño y claustrofóbico.
Sale por una puerta diferente de la que entró y su rostro se ilumina con la luz de la luna. Menguante, formando una sonrisa que resplandece blanca.
En la base de unas escaleras le presentan a sus compañeros. Algunos, conocidos de la Academia. Otros, extraños para él.
Ante todos, se tejía la nave en la oscuridad, iluminada por las luces rojas y amarillas del puente que conducía a ella.
Las siete siluetas ascienden por la escalera de mano, con él a la cabeza, con la luna como único testigo.
Al llegar al puente, sin pensarlo dos veces, echa a correr velozmente. Llega directamente a la boca del transbordador, quien se lo traga inmediatamente. Aprieta un interruptor desde adentro y la compuerta se cierra pesadamente, dejando fuera a los otros, desconcertados e impresionados.
Él se viste y se sienta, pensando en un deseo que le dijo, una hora antes, al cielo nocturno, fuera del edificio de la NASA. Un deseo que nadie escuchó y nadie conoce más que él y la luna, y la estrella que se lo llevó muy lejos. Un deseo de libertad. Escapar de ese mundo.
Activa los comandos de la nave y los motores se calientan. Presiona botones de distintos colores, escribe coordenadas en una computadora.
Afuera, sus compañeros golpean la puerta y gritan que se detenga. Inhala aire y tensa los músculos. Su corazón late a mil.
Tira de una palanca, recita una orden y los propulsores rugen. El fuego consume el oxígeno alrededor de la nave rápidamente, mientras el gigantesco vehículo comienza a despegarse del suelo. Sube y sube, hacia las estrellas. Las sombras, fuera de la nave, se alejan y se resguardan del calor que se extiende.
Él pilotea, primero, solo unos minutos, que se convierten en horas. Sale de la atmósfera y ve la Tierra alejarse.
No sabe adónde va. Él solo contra el universo, buscando estrellas fugaces, pidiendo deseos, dejando atrás planetas y lunas sonrientes.
Sin duda, todo un camino para recorrer.
Germán Badallo Randis
Un premio al esfuerzo
La beca Adolfo Calle se entrega hace 61 años para premiar el esfuerzo, el mérito y el compromiso con la formación, ya que los participantes son los mejores promedios de 7° grado.
“Los chicos toman la palabra y la hacen suya. Nos abren sus mundos, sus inquietudes, sus miedos. Denuncian problemas sociales que los preocupan. En ese difuso y difícil tránsito entre la niñez y la adolescencia, no dejan de lado lo lúdico y la capacidad de crear mundos fantásticos. Y así nos hacen conocer con qué profundidad recorren el camino de sus vidas”, dijo el jurado luego de la evaluación de cada producción. Este año el tema seleccionado por sorteo fue “Un camino para recorrer”.