Educación siglo XXI

¿Está nuestra educación preparada para los empleos del futuro? ¿Tenemos clases del S. XIX, con docentes del XX para chicos del XXI? ¿Todo se soluciona con incluir la programación de apps en la escuela primaria?

Por Leo Rearte - lrearte@losandes.com.ar

Nuestros abuelos bajaron de los barcos y muchos de ellos lo hicieron con una idea fija: que sus hijos no penaran sus mismas desgracias.

"M'hijo el dotor", tomado del título de la obra de Florencio Sánchez (1903) sintetiza, en una frase, un deseo. Dar a la generación siguiente la luz que habían perdido aquellos que tuvieron que emigrar. Luz es conocimiento. Conocimiento es oportunidades.

Don Paco quiso que Francisquito fuera dotor, ingeniero, abogado, porque las reglas del mundo eran claras. Y la superación mediante el estudio, el comodín. ¿Hoy entendemos a qué jugamos? O mejor dicho, ¿a qué juega el mundo con nosotros?

Aquella fuerza de voluntad fue el motor de cambio en la educación. Una concepción amplia de los contenidos educativos, maestros formados con altura y la apuesta a la escuela pública consiguieron que Argentina fuera referencia en América Latina. Hasta que dejó de serlo.

No sé si vivimos una tragedia educativa pero sí tengo claro que esta educación que hoy tenemos no es la soñada. Ni por aquellos que bajaron de los barcos, ni por los pibes de hoy, que de tan incomprendidos, parecen bajados de un ovni…

La crisis penetra por todas las grietas de nuestras instituciones educativas; los bonos de sueldo de los maestros, lejos de estimularlos, avergüenza a propios y extraños; mientras, los “papis” desautorizan al de guardapolvo reclamando notas y atenciones para sus hijos, haciendo gala del individualismo, irascibilidad y triunfalismo que nos caracteriza como sociedad.

El diario La Nación publicó esta semana un informe sobre los papás “insoportables” que acosan a los docentes por WhatsApp, faltando el respeto casi sin saberlo. Tomando al profesional de la educación, más que como un profesional, como un empleado. O como un secretario privado. Privado de respeto.

Y en eso, como decíamos, el mundo cambió vertiginosamente reclamando actitudes y aptitudes (¡cómo les gustaba remarcar esa “p” a varios de mis profesores!) que nada tienen que ver con lo expuesto en los amarillentos planes de estudio.

Adriana Noreña, CEO en Hispanoamérica de Google, habló en el Mini Davos (CCK, Buenos Aires) sobre las profesiones del futuro. En resumen, dijo que las ocupaciones del futuro son las del presente: las digitales. "El año pasado se hizo un estudio de cuál era el impacto económico de Internet en la generación de valor y en la generación de empleos. Se demostró, en los países del G20, en los cuales está Argentina, Brasil y México, que con cada trabajo que se consideraba perdido por las nuevas tecnologías, se generaban 3,2 nuevos trabajos (…) Nosotros vemos que las habilidades digitales son claramente necesarias. Es un poco futurología, pero todo lo que es resolución de problemas, todo lo que va en línea con STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés), que son el corazón de la resolución de problemas, la capacidad analítica. Van a continuar porque los datos van a venir procesados por una máquina. Se va a eficientizar quién hace qué", citó el diario Clarín.

De m’hijo el dotor a mi hijo el programador de apps para iPhone. Les presento a Diego Navarro, ingeniero, emprendedor (ITCx y GuíaLocal.com), docente en la Universidad de Mendoza y una de las personas que más entiende de las nuevas tecnologías y sus negocios en la región: “Pienso que sin duda en el futuro cualquier profesión requerirá habilidades de ‘programación’, entendiendo programación como la capacidad de resolver un problema, desglosándolo en una serie de pasos”. Un tramado de proyectos nacionales empujan al sistema educativo a que incluya programación como materia. No hace falta esperar tanto: ya deberíamos enseñarles a pensar.

“Los enfoques que directamente enseñan un lenguaje en las aulas para mí no son los más adecuados -dice Navarro-. Es como enseñar a cantar a alguien en inglés haciéndolo pronunciar como suena. El tema es que para enseñar a los alumnos a pensar, a programar, necesitás ‘reprogramar’ a los docentes. Tal vez éste sea el paso más difícil”.

Graciela Bertancud es pedagoga y coordinadora de tecnología de la escuela privada Edison. Allí los chicos de 6to y 7mo aprenden programación, e incluso tienen en su propuesta extracurricular “Robótica”. “Nosotros nos sorprendemos con la capacidad de los chicos y sus logros pero hay que entender que, para brindar estos programas, los docentes necesitan muchas horas de capacitación, que en definitiva es algo que el sistema, por ahora, no contempla: muchas horas pagas fuera del aula”.

¿Vieron el caso del profesor uruguayo que dijo querer abandonar la docencia porque se cansó de que los chicos no soltaran el móvil, no se desconectaran de Facebook, no evitaran sacarse selfies en el aula? Graciela cree que ésa es la solución y no el problema: “Tenemos que dejar de dar clases del siglo XIX, con docentes formadas en el siglo XX, para chicos del siglo XXI. Hay que enseñar aprovechando el entorno: yo aplico en mis clases redes sociales y hasta las selfies. La tecnología puede ser también nuestro aliado para llegar a los chicos con temas de su interés”.

Daniel Caselles es, antes que nada, un tipo brillante. Es programador. Vive en Silicon Valley, Estados Unidos, se desempeña como Group Product Manager de Intel (sí, un mendocino en una empresa de la élite tecnológica). Se fue del país en 2001, como muchos de los de su generación, con el cerebro bien alto y el optimismo por el piso.

“En la educación, ¡el principal desafío es dejar de enseñar o evaluar lo que se puede googlear! Debemos enfocarnos en desarrollar habilidades sociales y emocionales, trabajo en equipo, pensamiento lógico, resolución de problemas, poder de análisis y síntesis. Por ejemplo, ¿sabemos buscar, leer, interpretar y ser críticos con lo que leemos? Aprender a programar desde chicos no implica que queramos que todos sean informáticos; tiene que ver con desarrollar habilidades de resolución de problemas, lógica y fundamentalmente, entender el mundo que nos rodea, qué esperar y qué no de la tecnología. Como un conductor que conoce de mecánica”. Y sí, se refiere a Fangio. El hombre que decía que para llegar lejos, había que ir despacio.

Aquellos que se bajaron de los barcos supieron que la educación era lo único que podía salvar a sus hijos. Los padres de hoy debemos entender que el mundo ya no es el que era, y que cambia en cada suspiro. Por eso, habrá que dejar de concebir la educación como la matriz estática, enciclopedista, que debiera dar al alumno todas las respuestas. Hoy sólo hay que enseñar a hacer las nuevas preguntas.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA