Barros Schelotto: de victimario a víctima

Guillermo reaccionó airadamente al sentir que había sido vulnerada su figura. Sin embargo, él es pródigo en antecedentes de manipulación.

Por Fabián Galdi   - editor de MÁS Deportes digital -

Guillermo Barros Schelotto mira hoy la tabla de posiciones del campeonato de primera división. El equipo que dirige, Boca Juniors, se halla puntero a cinco fechas del final de torneo. El porcentaje de probabilidades para que el título quede en La Ribera es alto, por no decir de una ventaja casi indescontable para los rivales más cercanos. El presente debiera sonreirle al mellizo, quien podría imaginarse otra vuelta olímpica pero en este caso como entrenador auriazul. Sin embargo, las secuelas post derrota en el gran clásico nacional aún se mantienen. En el imaginario colectivo, los efectos de la caída frente a River Plate no tendrán una fecha de vencimiento cercana. Así se vive el fútbol en la Argentina. Xeneizes y Millonarios se complementan para producir el hecho futbolístico más importante que este país le ofrece al mundo. Con precisión meridiana, el diario inglés The Guardian supo ubicarlo dentro de las cincuenta cosas que uno debiera hacer antes de morirse: ver un Superclásico en la cancha, más si fuera en La Bombonera.  Una experiencia de alta intensidad emocional, quizá sólo comparable a un Real Madrid vs Barcelona. Y nada más.

El director técnico quedó expuesto como nunca en su extensa carrera. Los motivos, llamativamente, poco tuvieron que ver con la performance de su equipo ante el dirigido por su colega Marcelo Gallardo. Los hechos que marcaron la agenda de Guillermo tuvieron su punto de partida en sendas situaciones que cobraron una dimensión inesperada.

En primer lugar, el posteo de una foto en la que se observa a una empleada de la Fundación Favaloro mostrando tres dedos de su mano derecha sin que él lo advirtiera. El hecho pasó por matices de valoración inusitados en las redes sociales, tanto desde el haber sido una broma inocente como el de haberse constituido en una falta de respeto gravosa a una figura pública. No hubo punto medio en el juicio crítico. Ni la joven ni el entrenador se hubieran imaginado tanto despliegue mediático sobre el asunto, inclusive a niveles desproporcionados. Es más, habría pasado como un simple hecho anecdótico si la propia entidad fundada por el doctor René Favaloro no hubiera lanzado al otro día un comunicado oficial denostando a su trabajadora por haberse burlado de un paciente, tal como se señaló. La presunción de que el propio DT se habría quejado telefónicamente y hasta la difusión de que su hermano mayor es médico en la entidad abonaron la idea de una venganza premeditada. La hipótesis no pudo confirmarse hasta ahora.

Casi inmediatamente al suceso con la empleada, un par de hinchas del Millo se burló de Barros Schelotto mostrando una camiseta de River cuando el director técnico egresaba de la Fundación conduciendo su auto. La frase que le destinaron, en tono irónico, fue: "Te comiste tres, amargo", en alusión al resultado (3-1) del partido. Si bien es absolutamente normal que este tipo de expresiones se den en el ámbito futbolístico, lo cierto es que Guillermo rompió todos los parámetros al enfrentarse con la prensa y expresar que  "a veces dicen que vivimos en un país desarrollado. Hay que saber convivir con aquellos que tienen mentalidad de subdesarrollados". Puede entenderse la situación de estrés desde el punto de vista emocional pero no pasar por alto que las declaraciones del director técnico estuvieron teñidas de un contenido de tipo discriminatorio y a la vez desvalorizante.

Inclusive, apenas finalizado el juego ante Newell's - favorable por 1 a 0 - fue que Guillermo se anticipó a la prensa y pareció descargar una frase hecha: "Espero que a la chica que me cargó no la sancionen". Más allá de este pedido, el cual deja la sensación de haber sido sugerido por terceros, lo extraño es que Barros Schelotto debiera mirarse a sí mismo y recordar tramos de su trayectoria deportiva que están ligados a los exabruptos y a las actitudes extemporáneas. Tanto en Gimnasia La Plata como en Boca, el otrora delantero se caracterizó por intentar sacar ventaja de cualquier modo y con maniobras manipuladoras. Una constante de comportamiento que fue simétrica con su capacidad como futbolista, vale aclarar.

Su controvertida relación con su por entonces compañero Juan Román Riquelme tuvo las características de una cuestión de egocentrismo, manifestada en partes divididas y que superaba hasta al propio Carlos Bianchi en su pródigo paso por el club xeneize. Se recuerda un hecho sintomático, tal como el día previo a la final de la Copa Intercontinental frente a Real Madrid en Tokio, a fines de 2000, cuando el entrenador tuvo que resolver quién acompañaría en el ataque xeneize a Martín Palermo. Éste prefería a su amigo Guillermo pero el Virrey optó por Marcelo Delgado, afín a Román. Más allá del resultado positivo (2-1), lo cierto es que el vínculo entre el 7 y el 10 nunca volvió a ser armónico. Es más, durante 2010, los dos astros se trenzaron en una contienda dialéctica de manual. "No puedo analizar el nivel de Riquelme porque se viene lesionando mucho en el último tiempo y habría que encontrar el motivo", expresó el mellizo. "No me pareció bien lo que dijo Guillermo porque sólo tuve una lesión en la rodilla. No me desgarré siete veces en un año. Con él tengo una relación normal pero cuando opina debería tener un poco más de cuidado", fue el contraataque del armador.

Otro ejemplo de comportamiento abusivo ocurrió durante el partido de vuelta por las semifinales de la Copa Libertadores 2004, cuando Boca logró superar a River en la definición por penales en el Monumental. Barros Schelotto alborotó el ambiente buscando provocar a los plateístas de River y hasta engañó a su adversario Rubens Sambueza diciéndole que también había sido expulsado como él. Si tales situaciones se enmarcan dentro de lo que habitualmente se conoce como el folklore del fútbol, lo prudente es analizar hasta qué punto un protagonista - jugador o entrenador - no se transforma en un incitador a la violencia y que también debe ser juzgado por su responsabilidad en hechos que deriven en incidentes.

Guillermo debe recapacitar acerca de la resonancia que pueden llegar a adquirir sus expresiones. Tiene experiencia, trayectoria, un nombre ganado por su capacidad futbolística y está cerca de obtener un campeonato como DT xeneize. Una autocrítica pública sería más sana que una catarata de frases de ocasión. De él depende.

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