Aurelio Montes Jr.: “Parezco normal, pero toda mi vida he ido contra la corriente”

Su familia construyó un imperio vitivinícola en Chile y hace 4 años decidió instalarse en Mendoza. Es un personaje particular: hizo boxeo, ama el paracaidismo y los deportes extremos, y dice que “la vida es mucho más sencilla de lo que uno cree”.

Aurelio Montes Jr.: “Parezco normal, pero toda mi vida he ido contra la corriente”
Aurelio Montes Jr.: “Parezco normal, pero toda mi vida he ido contra la corriente”

Tiene 40 años. Nunca pensó recalar aquí. Hace 4 temporadas es uno más, heredero del modo de producir vinos y ser exitoso, legado de su padre, quien empezó con 50 mil dólares en la industria y hoy posee un imperio. Kaikén, en Vistalba, es una de esas prolongaciones, la más argentina. Su hijo es hoy el chileno más mendocino del mundo del vino en Argentina.

“La gente parte comprando país, después compra marca”, dice suelto, fresco, Aurelio Montes Jr. en la primavera de Vistalba. Sabe de su pertenencia natural al otro lado de la cordillera, pero su pasión por Mendoza a veces puede más. Es un tipo extraño para una industria que habla del “yo”, aunque necesite del “nosotros”. Cuando se instaló aquí, su padre y sus socios invirtieron 20 millones de dólares. Encabeza esa inversión con el desafío de producir vinos de alta gama, hechos con su propia mano e instinto.

Su padre es abanderado de la revolución del Chile moderno. Viña Montes exporta el 95 % de su producción. Las marcas se venden en 110 países, nada más y nada menos. Cualquiera que haya surcado la experiencia Kaikén entenderá que no hay mejor discípulo que un hijo: Aurelio Jr. ha sabido estilizar y ampliar los sentidos en sus caldos, al punto de tener que inventar adjetivos. O bien redefinir el concepto de elegancia en la Argentina 2014.

Cuando Aurelio se recibió de enólogo en la Universidad Católica el padre pensó que trabajarían juntos. Esquivo, corajudo e iracundo, el hijo marchó a Australia: “Estuve un año trabajando y mejorando mi inglés”. Como un bumerang, hoy es uno de los bienes más preciados del imperio.

-Tu pasión por el boxeo es lo más exótico en la formación de un enólogo.

-(Ríe) No sólo lo practiqué, sino que competí. Tenía una rutina. Me entrenaba 4 horas diarias. Fue en mi época universitaria. Cuando empecé e trabajar paré un par de años. Cuando me vine a vivir a Mendoza paré del todo. He sido una persona muy curiosa y no me gusta nada la tradición. Si tú me miras, me ves, vas a decirme que soy una persona normal. Pero toda mi vida he ido contra la corriente (risas). Siempre he sido muy agresivo en mis ideas y en mi forma de pensar.

-Sin embargo, eso no es lo más exótico.

-(Risas) ¿Tú te refieres al kick-boxing? La verdad es que lo tuve que dejar porque sufrí un atrapamiento de nervios, en ambas piernas. Quedé muy mal, las lesiones fueron duras. Por eso me dediqué al boxeo. Me entrenaba muchísimo, hasta tuve alumnos. Era muy fanático. Me quebré la nariz tres veces.

Me replanteé todo cuando no podía usarla en el trabajo, a causa de los golpes. A veces vuelvo a practicar. Tengo mi profesor en Chile. Uso cascos. No soy de verlo por televisión. En general no veo tanta TV, apenas History Channel. Sí veo otro deporte, el “todo vale”. ¡Eso sí es muy fuerte! Requiere de un gran entrenamiento.

-También has practicado tenis, que tiene más glamour...

-Así es, desde hace 5 años. Pero he jugado y juego todavía al fútbol. Pero mi deporte número 1 hasta el día de hoy es el paracaidismo. No puedo en Mendoza porque no existe la actividad. El más cercano está en San Juan, pero no me da garantía por las condiciones deportivas. Entonces cuando voy para Santiago o Buenos Aires a veces me hago tiempo para saltar. También ando en moto por los cerros. A los deportes extremos se los puede hacer de dos maneras: o te entrenas muy bien, a conciencia, o te matas. He visto morir a muchos amigos. El deporte extremo no es peligroso en sí, salvo que saltes como Charly García de un edificio, que es casi un suicidio.

-¿Cuántas peleas tuviste con tu padre en la faceta deportes extremos?

-(Risas) Hay una historia muy divertida. Trabajo desde los 14 y me he pagado todo lo que tengo, siempre, y mis gustos, claro. A los 17 quise hacer un curso de paracaidismo y le pedí prestado a mi padre mil dólares. Ningún problema, dijo. Hizo el cheque y antes de dármelo sentenció: “Si tú haces ese curso, vas a tener que marcharte de esta casa. Eres libre para hacer lo que quieras”. Hice cuentas, rápido, y no tomé el préstamo (carcajadas). Después pude hacerlo. En los primeros dos años no le conté nada.

-¿Cuál es la relación entre estas actividades de alto riesgo, con el mundo de los negocios?

-Con todo esto uno le pierde el susto a arriesgarse. Porque convengamos que uno en la vida siempre tiene susto. A los 40 me he dado cuenta de que la vida es mucho más sencilla de lo que uno cree. Así que si uno se arriesga y pierde, no pasa nada. Siempre se puede poner de pie. Y también he visto mucho de eso en la vida de mi padre. Nos dio una educación tipo: “Si te gusta algo, ve por ello”. Mi padre siempre nos dijo: “La vida no te busca”. Por eso no me asustan los riesgos. Ahora, no me pongan en el agua porque soy un cobarde (risas). Aprendí a pasar por debajo de una ola en el mar recién a los 22 años. Tengo mis límites, pero en general, en todos los términos de la vida, cuando algo me gusta voy por eso.

-¿Cuál es tu mayor fortaleza en el mundo global, tan competitivo del vino?

-Sin duda que pertenezco a una familia de enólogos y tenemos una bodega importante. Hay muchas que pertenecen a familias, pero pocas, muy pocas, que pertenezcan a enólogos. Lo digo por experiencia: la pasión que uno como familia le pone al vino es un gusto totalmente distinto. Cuando trabajo pienso en mis hijos y nietos. Dios quiera que los que vengan amen tanto al vino y puedan seguir esta estirpe.

-¿Cuáles son algunos de los desafíos de Mendoza?

-Mendoza, como región, es gigante. Es nuestra misión inmediata empezar a ordenar nuestra historia, las regiones. La marca ya la pusimos y Argentina ya está en el mapa del vino en el mundo. Tenemos un diamante y ahora la tarea es pulirlo, para dejarlo más lindo y codiciado

-Cuando por alguna razón te dicen que estás loco, ¿vas por el buen camino?

-(Risas) Voy bien, por supuesto. Eso quiere decir que estoy haciendo las cosas bien. La verdad es que ante una convicción, yo no cedo.

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