Argentina, capital de la sommellerie

En pocos días más se cierra un ciclo que marcó mi vida: después de once años a la cabeza de la Asociación Argentina de Sommeliers -o la AAS, como le decimos nosotros-, no seré candidato a presidente en las próximas elecciones.

Esto no quiere decir que dejo la AAS, como algunos interpretaron, ni mucho menos que me desentienda de su destino. Más bien, todo lo contrario. De hecho, seguiré formando parte de la comisión directiva de esta institución con la próxima administración por los próximos tres años, con el entusiasmo de siempre.

Se trata sí del final de un ciclo, marcado simbólicamente por el éxito tremendo que tuvo el Concurso ASI Mejor Sommelier del Mundo Argentina 2016 que tuvo lugar en Mendoza en abril pasado. Es una oportunidad para mejorar la gestión cotidiana de la AAS y al mismo tiempo de seguir trabajando para llevar a la Argentina al nivel más alto de la sommellerie mundial.

El plan es simple: me voy a enfocar en la proyección internacional de la AAS, y, por otro lado, voy a colaborar con un nuevo equipo de profesionales de primera línea que se dedicará a continuar con el desafío de hacer crecer la asociación en el plano local.

Han sido once años intensos, en los que a lo largo de tres administraciones diferentes llevamos la plantilla de socios de unas pocas decenas a varias centenas de miembros; colaboramos con la generación de nuevos referentes para el sector -Paz Levinson y Agustina de Alba son tal vez los mejores ejemplos, pero no los únicos-; alcanzamos un acuerdo con la Court of Master Sommeliers para que impartan sus exámenes en el país; trabajamos codo a codo con las escuelas de sommeliers de mayor renombre; organizamos cinco concursos nacionales de sommeliers, un concurso panamericano y una asamblea general de la Asociación de la Sommellerie Internacional; y por primera vez en la historia, fuimos sede de un mundial que congregó a la élite de los sommeliers del mundo en nuestra querida Mendoza.

La construcción de la AAS se hizo a pulmón. Todavía recuerdo los primeros tiempos, en los que la AAS no estaba inscripta correctamente en la Inspección General de Justicia por un tema de estatutos, lo que no nos permitía cobrar los auspicios de las diferentes bodegas que nos querían apoyar, y entonces no teníamos recursos para hacer los trámites legales necesarios para normalizar la situación, por ejemplo.

Once años después, la AAS ha recorrido un largo camino, se ha posicionado como un eslabón indiscutible en la cadena de la vitivinicultura nacional, y como un referente entre las asociaciones de sommeliers del mundo.

Aún queda mucho por hacer: profesionalizar la administración, llevar la sommellerie al interior del país, multiplicar los beneficios que otorga la AAS a sus socios y contribuir a la mejora de la formación y las condiciones laborales de los sommeliers en todo el país, entre otros muchos objetivos. Estoy convencido de que es tan sólo una cuestión de tiempo que el cuarto puesto de Paz Levinson en el último mundial se convierta en un podio.

El trabajo en el plano local estará liderado por el colega y amigo Matías Prezioso, un profesional con sobrada trayectoria que trabajó durante varios años en restaurantes de renombre, que  desde hace años forma parte de la comisión directiva de la AAS, que fue finalista en el Concurso Mejor Sommelier de la Argentina en su momento y que tuvo una actuación destacada en la organización del concurso mundial en Mendoza. Él, por su parte, ha armado un equipo de lujo, en el que se destacan figuras importantes de la sommellerie local como Valeria Mortara, del Faena Hotel; Pablo Rivero, de la parrilla Don Julio -que está considerada uno de los cincuenta mejores restaurantes de América Latina-; Julián Díaz, del célebre bar 878; María Laura Ortiz, de la empresa Winifera; y la ya conocida por todos Paz Levinson, que resultara cuarta en el mundial de abril pasado.

En lo personal, cierro esta etapa muy emocionado con lo realizado hasta aquí, y principalmente entusiasmado con lo que se viene. Hace un par de años que soy presidente de la Alianza Panamericana de Sommeliers (APAS), que agrupa a las asociaciones nacionales de sommeliers de Canadá, México, Venezuela, Dominicana, Perú, Colombia, Uruguay, Chile y Brasil, y Vicepresidente para las Américas en la Asociación de la Sommellerie Internacional (ASI). También, desde mayo pasado, y en gran parte gracias al éxito del mundial, el plenario de la ASI me convocó a formar parte de su exclusivo Comité Técnico, conformado en su mayoría por ganadores de ediciones pasadas de los mundiales como Andreas Larsson, Gérard Basset y Paolo Basso. Estos cargos, ad honorem como todos los cargos en asociaciones de sommeliers alrededor del mundo, permiten sin embargo posicionar a nuestra sommellerie, nuestra gastronomía y nuestros vinos en un lugar destacado entre los principales prescriptores del vino en el mundo.

Es un tema de visión: Arentina se está convirtiendo, de a poco, en una de las capitales de la sommellerie del mundo. Esto no puede sino redundar en una mayor oferta laboral en el mundo para nuestros sommeliers, y en una mayor afluencia de hombres y mujeres de Latinoamérica que, cada vez más, vienen a estudiar y formarse como sommeliers en nuestro país.

Es sabido, asimismo, que la imagen del vino se construye en los restaurantes. Es por eso que, lógicamente, esta red de sommeliers argentinos emigrados y sommeliers latinoamericanos formados en nuestro país está llamada a tener un necesario impacto en el desarrollo de nuestra vitivinicultura y de las exportaciones de nuestros vinos.

No, no me voy de la AAS. Estoy tan sólo ayudando a ordenar y haciendo lugar para que la sommellerie argentina pueda seguir creciendo.

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