Arbolado público

El maltrato, el smog, la falta de agua, bichitos malignos, la edad, el corset de cemento con el que lo rodeamos, han ido disminuyendo la vitalidad de los árboles.

Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes

Mostramos nuestros árboles con orgullo, y los turistas se quedan encantados con las tremendas arboledas de Mendoza, altura máxima de lo verde. No hay muchas ciudades que puedan mostrar algo parecido, inclusive las del litoral, zona prolífica donde tirás una semilla y a la semana hay un bosque, aparecen ralas comparadas con nuestra ciudad hija del páramo.

Y nuestro orgullo se sustenta en el esfuerzo. Esto que mostramos, nuestros árboles, cada uno de ellos, es una pequeña batalla ganadas al desierto, cada árbol es un compendio del esfuerzo de nosotros y, fundamentalmente, nuestros abuelos por ponerle altura a la naturaleza, donde antes mandaba la piedra. Es para que nos sintamos bien.

Sin embargo el arbolado público de nuestra ciudad, del el gran Mendoza todo, está enfermo, el cincuenta por ciento del arbolado tiene problemas serios. El maltrato, el smog, la falta de agua, algunos bichitos malignos, la edad, el corset de cemento con el que lo rodeamos, han ido disminuyendo la vitalidad de los árboles y vamos a tener que pensar seriamente en cambiarlos.

¿Por qué especies? Bueno, las que se adapten convenientemente a la zona y si son nativas, mejor aún. Sin embargo, ya que en el tiempo por venir vamos a tener que ocuparnos seriamente del asunto yo propongo que se haga una planificación acorde con ciertas actividades, que no plantemos cualquier árbol en cualquier lugar, a la buena de Dios, sino que lo hagamos con un sentido.

Por ejemplo en las calles de las bodegas: palos borrachos, me parece lo más coherente. Frente a los bancos no hay que poner “plata – no”, en cambio había que poner “mangos”, que son árboles de las regiones más  tropicales pero tienen que mucho más que ver. Frente a algunas instituciones políticas podría el árbol más apropiado sería “el algorrobo”. Frente a las jugueterías y paseos infantiles “el baobab”, que es el árbol de El Principito. En los aledaños de las Iglesias el árbol elegido debería ser “el paraíso”, que es lo que pretenden alcanzar los que van a las iglesias.

Alrededor de las canchas cualquier tronco vendría bien. Frente a la terminal de ómnibus deberían plantarse plantas de aceitunas para aquellos que se van a tomar el olivo. Frente a los hospitales “robles”, sería un buen deseo.  Delante de las fábricas de pañuelos el indicado sería el “sauce llorón”.

Podríamos seguir mucho tiempo jugando con árboles que tienen que ver con actividades del ser humano, por ejemplo: frente a la Legislatura Provincial no estaría mal colocar un “castaño”, eso sí, oscuro; frente al consultado de los Estados Unidos de la Usa que nos usa podíamos poner limoneros, en una de esas compran; cerca de una venta de neumáticos lo indicado sería un “gomero”. Para adornar la vereda de una peña folklórica nada más simbólico que un “ombú” y para una tanguería debería ser infaltable un “naranjo en flor”.

En los aledaños a las escuela bueno sería plantar un “alcornoque”,  porque, seguramente, dentro de ellas habrá alumnos que coincidan. Frente a los consultorios psiquiátricos el “tilo” sería muy coherente. Junto a los talleres mecánicos sería del todo procedente colocar un “árbol de levas”. Ligustrines a rolete para las parejitas que visiten prados y paseos públicos con intenciones de entregarse de cuerpo entero.

Usted me preguntará ¿adonde ponemos al Manzano? Bueno, en el gobierno no.

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