Amazon y el mal uso de su poder

Amazon y el mal uso de su poder
Amazon y el mal uso de su poder

Amazon.com, el gigante de las ventas por internet, tiene demasiado poder, y lo utiliza en formas que dañan a Estados Unidos.

Está bien, sé que fue algo abrupto. Sin embargo, quería transmitir de inmediato el punto central porque las discusiones sobre Amazon tienden, con demasiada frecuencia, a perderse en los temas secundarios.

Por ejemplo, los críticos de la compañía la describen a veces como un monstruo a punto de apoderarse de toda la economía. Tales aseveraciones son desmesuradas; Amazon no domina el total de las ventas en línea, y es probable que eso nunca suceda. ¿Pero, y qué? Con todo, Amazon tiene una función inquietante.

Entre tanto, con frecuencia, sus defensores se desvían hacia las alabanzas sobre la venta de libros en línea, lo cual, en efecto, ha sido algo bueno para muchos estadounidenses, o los testimonios del servicio al cliente de Amazon y, en caso de que se lo estén preguntando, sí, yo tengo Amazon Prime y lo utilizo mucho.

Pero, otra vez, ¿y qué? La conveniencia de la tecnología nueva, o, incluso, del uso efectivo que hace Amazon de ella, no es el problema. Después de todo, John D. Rockefeller y sus asociados eran bastante buenos en el negocio petrolero, también; y, no obstante, Standard Oil tuvo demasiado poder y fue esencial la acción pública para detener ese poder.

Y lo mismo es cierto de Amazon hoy en día.

Por si no se han seguido las recientes noticias sobre Amazon: allá en mayo, una disputa entre Amazon y la importante editorial Hachette estalló para convertirse en una guerra comercial abierta.

Amazon había estado exigiendo una mayor parte del precio de los libros que vende esa editorial; cuando ésta se opuso, aquélla empezó a trastocar las ventas de Hachette.

Amazon no excluyó directamente sus libros de su sitio, pero empezó a retrasar su entrega, a aumentar sus precios y/o a dirigir a los clientes hacia otras editoriales.

Se podría estar tentado a decir que se trata solo de negocios; nada distinto a Standard Oil, allá en los días anteriores a que la dividieran, cuando se negaba a embarcar petróleo en los ferrocarriles que se negaran a darle descuentos especiales.

Sin embargo, ese es, claro, el punto: terminó la época de los capitalistas inescrupulosos cuando, como nación, decidimos que algunas tácticas de negocios eran inaceptables. Y la cuestión es si queremos retractarnos de esa decisión.

¿Realmente tiene Amazon el poder de mercado del tipo de los capitalistas inescrupulosos? Si se trata de libros, no hay duda. Amazon domina en forma aplastante las ventas de libros en internet, con una parte del mercado comparable a la que tenía Standard Oil del mercado del petróleo refinado cuando la dividieron en 1911. Aun si se analizan las ventas totales de libros, Amazon es, por mucho, la pieza clave más grande.

Hasta ahora, Amazon no ha tratado de explotar a los consumidores. De hecho, ha mantenido sistemáticamente bajos los precios para reforzar su dominio.

Lo que ha hecho, en cambio, es utilizar su poder de mercado para exprimir a las editoriales, reduciendo el precio que paga por los libros, y de allí la pelea con Hachette.

En jerga económica, Amazon no está actuando, al menos hasta ahora, como monopolista, como vendedor dominante con el poder para incrementar los precios. Más bien, está actuando como monopsonista, un comprador dominante con el poder para hacer bajar los precios.

Y, en ese frente, su poder es realmente inmenso; de hecho, hasta mayor que la parte del mercado que indican los números. Las ventas de libros dependen, crucialmente, del rumor y el boca a boca (razón por la cual se frecuente que se mande a los escritores a realizar extenuantes giras de promoción de sus libros); se compra un libro porque se ha oído hablar sobre él, porque otras personas lo están leyendo, porque es un tema de conversación, porque está en la lista de los más vendidos. Y lo que Amazon posee es el poder de acabar con el rumor.

Es posible, definitivamente, con algo de esfuerzo extra, comprar un libro sobre el que se oyó hablar aun si Amazon no lo tiene, pero, para empezar, si ella no lo tiene, es mucho menos factible que se oiga hablar de él.

¿Podemos confiar en que Amazon no haga mal uso de ese poder? La disputa con Hachette ya respondió esa interrogante: no, no podemos.

No se trata solo del dinero, aunque es algo importante: al presionar a las editoriales para que den más dinero, Amazon está afectando, en última instancia, a los escritores y lectores. Sin embargo, también está la cuestión de la influencia indebida.

Específicamente, la sanción que Amazon le impone a los libros de Hachette es mala en sí misma, pero también hay una selectividad curiosa en la forma en la que se ha aplicado dicha sanción.

El mes pasado, el blog Bits de The times documentó el caso de dos libros de Hachette a los que se trató en forma distinta. Uno es el de Daniel Schulman, “Sons of Wichita” (Los hijos de Wichita), que es un perfil de los hermanos Koch; el otro es “The Way Forward” (La forma de avanzar) de Paul Ryan, quien fue compañero de Mitt Romney en la candidatura a la presidencia y es el presidente del Comité del Presupuesto de la Cámara de Representantes.

Ambos están enlistados como elegibles para Amazon Prime, y para el de Ryan, Amazon ofrece la entrega gratuita en dos días, en Estados Unidos. ¿Qué hay con “Sons of Wichita”? Hasta el domingo, “por lo general, se envía en dos a tres semanas”. Uyuyui.

Lo que nos trae de vuelta a la pregunta clave. No me digan que Amazon les está dando a los clientes lo que quieren, o que se ha ganado su posición. Lo que importa es si tiene demasiado poder y está haciendo mal uso de él. Bueno, sí lo tiene y sí hace mal uso de su poder.

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