Agua, emergencia hídrica, cuidado, acciones comunitarias, son términos que los mendocinos leemos cotidianamente y forman parte de nuestro imaginario colectivo. Así, hablamos de la cultura del agua.
Los hábitos, valores y acciones que supone esta dimensión social deben ser objeto de enseñanza y de aprendizaje en los niveles obligatorios del sistema educativo provincial.
De este modo, palabras como recursos naturales, contextos, problemas y conflictos ambientales, intencionalidades y acciones sociales, procesos y ambiente, están en las agendas de los contenidos escolares indispensables que se construyen en las escuelas mendocinas.
Mediar para enseñar a leer e interpretar los lugares que viven y recorren habitualmente los niños forma parte sustantiva de una buena jornada de trabajo escolar. Reconocer que una acequia como elemento del paisaje actual de nuestros barrios es obra de actores sociales en diferentes sociedades del pasado, también es solidificar nuestra cultura.
De igual modo, enseñar a diferenciar necesidades individuales y colectivas, cuya satisfacción depende de una relación racional entre la sociedad y la naturaleza, constituye una parte esencial de la educación ambiental. En nuestros contextos naturales áridos, el recurso hídrico es objeto de valoración desde las primeras poblaciones de los pueblos originarios hace miles de años.
Los docentes diseñaremos actividades en las que recursos didácticos y consignas se entrelazarán para que niños y adolescentes identifiquen que estas necesidades hídricas a través del tiempo son idénticas y que a partir de la organización social en diversas instituciones y organizaciones se fueron moldeando diferentes formas de cooperación para dar respuesta a necesidades colectivas sin dañar los sistemas naturales. Esta dimensión comunitaria, colectiva, es clave en el abordaje del aprendizaje del cuidado y protección de nuestros ambientes.
Otra estrategia interesante es seleccionar contextos tales como barrios, uniones vecinales, clubes, en los que personas con diferentes intencionalidades, interactuando en espacio y tiempos determinados, generan conflictos. De esta manera, una manguera abierta que inunda un jardín en una tarde de un enero mendocino, puede causar que muchos vecinos tengan inconvenientes con el abastecimiento de agua.
Situaciones análogas ocurren en nuestras escuelas cuando gotean las canillas o no se concientiza sobre el cuidado del tiempo que utilizamos en lavarnos las manos. Recabar información sobre una necesidad de la comunidad e identificar conflictos entre diversos grupos sociales, también conduce a que el docente proponga actividades de aprendizaje colaborativo en las que los niños vivencien distintos modos de participación ciudadana que posibiliten que los problemas se resuelvan en una sociedad democrática.
El estudio de casos constituye una invalorable oportunidad para significar los contenidos conceptuales. Abordar casos en los que se manifiestan modalidades de consumo diarias, por ejemplo, el reflexionar sobre cómo compramos en los centros comerciales de nuestra ciudad, posibilita tomar conciencia sobre las causas del retroceso de los glaciares de la alta cordillera mendocina.
Que nuestros niños valoren juguetes artesanales elaborados con materia prima local, no implica lo mismo para la sustentabilidad del ambiente que comprar aquellos de origen chino. Educarlos en el consumo y la compra diaria es cuidar el ambiente, en especial aquellos como el nuestro, extremadamente frágiles.