Adictos a las compras

Cuando la tarjeta de crédito estalla en nuestras manos, puede que estemos frente a un problema emocional mayor. El consumo, como cualquier adicción, enmascara padecimientos más profundos.

Un vestido nuevo, un par de zapatos... Al principio la cosa empieza de forma inofensiva. Sin embargo, algunas personas se ven de repente sumidas en un raid de compras que ya no pueden controlar. Compran incluso cosas que nunca usarán y acumulan objetos sin ningún sentido. El principal problema es que, a la larga, se endeudan. Y no pocas veces terminan completamente solos: sin trabajo, sin pareja y sin amigos.

La adicción a las compras no es poco frecuente. A diferencia de la adicción a las drogas, los afectados no dependen de una sustancia como la cocaína o el alcohol, sino de una actividad determinada. Sin embargo, los mecanismos son muy parecidos. En los dos casos, se activa el sistema de recompensas cuando el adicto se enfrenta al objeto que le provoca la adicción.

No obstante estas características, la única adicción no relacionada con una sustancia que es considerada como una enfermedad es la adicción al juego. Otras, como las que sufren los compradores compulsivos, suelen ser minimizadas.

Los especialistas explican que, tanto social como culturalmente, existe la exigencia de tener una vida completa en todos los niveles. Esto le genera presión a muchas personas y, al final del día, buscan algún mencanismo de compensación como, por ejemplo, comprarse un suéter después de una jornada estresante de trabajo. El consumo es, a fin de cuentas, una de las medicinas más simples a mano para compensar las frustraciones del día a día.

Es importante buscar ayuda de un terapeuta y también un grupo de contención una vez finalizada la terapia.

Esto, por supuesto, no representa un problema. Se trata de un caso aislado. Pero en las personas adictas a las compras este mecanismo es naturalizado. No es solo que a uno le guste algo; se siente un deseo ferviente por tenerlo. Es entonces que comprar ya no representa un placer, sino una compulsión, un mecanismo para desterrar el aburrimiento o la soledad.

Las personas cercanas a los compradores compulsivos suelen considerarlos personas débiles, un estigma bajo el cual éstos sufren.

Además, es importante saber que la mayoría de los afectados por este problema siente culpa y vergüenza. Muchos de ellos ocultan incluso estos excesos a sus personas más cercanas.

Los especialistas aconsejan hablar abiertamente con la persona afectada por este problema y tratar de ayudarla a que reconozca que tiene una adicción. Para que la charla funcione y sea provechosa, es importante mostrarse comprensivo y no abordar al otro con un tono acusatorio. Además, es necesario llamar a las cosas por su nombre. Sólo de esta forma el afectado se sentirá motivado a buscar ayuda profesional.

Si bien aún no hay muchos centros especializados en esta adicción, es importante buscar ayuda de un terapeuta y también un grupo de contención una vez finalizada la terapia. Y es que como cualquier adicto, los adictos a las compras nunca están curados del todo. Con mucho esfuerzo, deben aprender a controlar mejor sus impulsos y mantener este control a lo largo de toda su vida.

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