Abuso de feriados

Además del exceso de días feriados, en los últimos tiempos tales conmemoraciones fueron una disputa por la memoria que dividió aún más a los argentinos

En la Argentina padecemos de un abuso de feriados. Crecieron de forma desordenada, por razones contradictorias y cuestionables, hasta llegar a un verdadero embrollo, expuesto con el fracasado intento gubernamental de introducir un poco de orden.

Los feriados son necesarios. La fiesta, la pausa en la rutina laboral y la celebración, es un fenómeno universal y atemporal. En todo país hay días feriados, que combinan la fiesta con la conmemoración, religiosa o cívica.

¿Cuántos feriados debemos tener? En el antiguo mundo católico eran muchos. Luego, el ethos puritano y la secularización los redujeron, pero en las últimas décadas hubo un renovado impulso, una fiebre conmemorativa, impulsada por el turismo y limitada por la necesidad de conservar un mínimo de jornadas escolares.

Deberíamos decidir a priori cuántos feriados queremos tener y cómo deberían estar distribuidos. Hoy son 19, que podrían reducirse y ubicarse más racionalmente, evitando, por ejemplo, la congestión de marzo y abril, meses otrora preferidos por los militares para hacer sus desastres.

Las festividades católicas hoy son menos que en mi infancia; creo recordar que hacia 1950 se celebraba la Ascensión, Corpus y el Día de los Fieles Difuntos. Hoy solo quedan las tradicionales de Navidad y Semana Santa -en Uruguay, más secularizado, se denominan Día de la Familia y Semana de Turismo- y el Día de la Virgen, específicamente católico, que eventualmente podría volver a ser no laborable.

Entre las celebraciones cívicas hay algunas sólidas, como el 25 de Mayo, el 9 de Julio o el 1 de Mayo, y otras que varían con la política. En 1950 conmemorábamos el 4 de junio (de 1943) y el 17 de octubre, y desde 1952 el 26 de julio.

También recordamos el “Tránsito a la Inmortalidad” de los próceres, frase llamativa que es una versión laica de la ascensión católica. El panteón se circunscribe a los héroes de la Independencia: San Martín, Belgrano y el recientemente sumado Güemes. Pero la lista puede crecer, debido al giro federalista de nuestra visión de la historia argentina. Existe la potencial aspiración de cada provincia a sumar al panteón a su prócer local. No hay criterio posible para limitar esto. Quizás convenga tomar una decisión drástica: establecer un único día para todos los próceres de la Independencia y los constructores de la Nación. Así hicieron en Roma con el Panteón, destinado a todos los dioses. Reduciríamos feriados y querellas.

Finalmente, hay feriados que refieren a acontecimientos sensibles, sobre los que se desarrollan fuertes combates por la memoria, fértiles en discordias. Me refiero al 24 de marzo, el 2 de abril y también el 20 de noviembre.

El Día de la Soberanía Nacional es redundante. ¿Qué otra cosa se conmemora el Nueve de Julio o el Día de la Bandera, emblema de un Estado soberano? La Vuelta de Obligado tiene otros problemas. Corresponde más a Buenos Aires y su puerto que a una nación no fraguada por entonces. Se asocia con una idea de soberanía cerril y heroica, que dice poco sobre la necesaria integración a un mundo global y a una cultura cosmopolita. Y sobre todo, fue una derrota.

Conmemorar derrotas o desastres parece algo patológico. Es lo primero que pienso de los dos feriados más polémicos: el 24 de marzo y el 2 de abril. Estoy convencido de que no hay nada que celebrar el 2 de abril, aunque se lo defina como de homenaje, muy merecido, a los muertos y veteranos de Malvinas. Todo recuerda el día de la invasión y de la celebración; la espantosa iniciativa de un gobierno militar enajenado, y la reacción, más espantosa aún, de la multitud que vivó a Galtieri en el balcón, y que representó el sentir, afortunadamente circunstancial, de una enorme mayoría de la población.

Si hemos de recordar tanto desastre, y reflexionar sobre nuestras responsabilidades, que sea la conmemoración, sin feriado, del 14 de junio, el día de la derrota y de la verdad; el momento en que quedó en evidencia el desastre hecho por los gobernantes así como el engaño masivo de la gente, ciertamente predispuesta a ser engañada.

Sobre los muertos en la guerra, hay que establecer una distinción. Por un lado están los militares, que en una guerra absurda cumplieron con su deber; quienes hayan ido más allá de eso merecerán un reconocimiento personal al heroísmo, por ejemplo una medalla. Otrora tuvimos el Día de los Muertos por la Patria, que los reconocería a todos, desde 1806 en adelante.

Por otra parte están los soldados conscriptos, que no eligieron estar allí y que fueron las inevitables víctimas de la irresponsable aventura militar. Su lugar está junto con todas las víctimas de esa época absurda.

Esto lleva al 24 de marzo, que recuerda a todas las víctimas de la dictadura. Durante mucho tiempo lo hemos conmemorado como el símbolo del Nunca Más, un final y un principio. Sobre esa esperanza, y sobre los derechos humanos, construimos la democracia. Pero a lo largo de más de treinta años aprendimos cosas nuevas y les dimos nuevos sentidos a otras conocidas.

Sabemos que la violencia asesina comenzó antes de 1976 y no terminó en 1983, y que la delirante suposición de que la violencia asesina podía ser la partera de un mundo mejor envolvió a toda la sociedad. Ante la magnitud de esta experiencia social, se reducen las diferencias entre los distintos grupos de víctimas, hoy diferenciados. Bien valdría la pena recordarlos a todos juntos, incluyendo a los chicos de Malvinas. Esto justificaría un esfuerzo conmemorativo.

¿Que día? Me parece que el sentido del 24 de marzo, y en general la bandera de los derechos humanos, se tergiversaron completamente desde 2004, cuando Néstor Kirchner pronunció su recordado discurso en la ES MA. El 24 de marzo ha dejado de ser un día adecuado para la conmemoración reflexiva y para la construcción de una nueva convivencia. Necesitamos otro, que no sea ni móvil ni festivo, ni tampoco luctuoso. Que nos ayude a mirar con optimismo el futuro. No se me ocurre ninguno mejor que el 10 de diciembre, el Día de la Democracia.

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