Abel, el “motivador”: mejora el día de miles de automovilistas

Se para cada mañana, bien temprano, en el nudo vial de Zapata y Costanera, donde exhibe mensajes optimistas. A cambio, recibe bocinazos de aprobación.

Abel, el “motivador”: mejora el día de miles de automovilistas

Lentes oscuros, traje y camisa en sintonía y un listón verde en el lado izquierdo del saco con la consigna “¿Querés un abrazo?”. Abel tiene 39 años, aunque aparenta menos.

La charla transcurre con normalidad, pero en intervalos de 20 segundos en los que vuelve al medio de la calle para sostener en alto su cartel ante los saludos, aplausos y bocinazos de los automovilistas.

Cuando el semáforo da rojo para quienes entran a la Ciudad por el Acceso Este, él se para en el medio de la senda peatonal y abre la pancarta que tiene doblada en dos con algún mensaje “motivador”.

Cuando la luz cambia a verde, vuelve a esa especie de isla de forma triangular ubicada entre los carriles de Zapata y Costanera y se dispone a seguir con la conversación.

Abel Trillini trabaja de pintor, pero desde hace un mes se ha hecho famoso como “el motivador del nudo vial” (título con el que lo han bautizado en las redes sociales aquellos que todos los días pasan por ese punto para ver cuál será el mensaje del día).

Cada mañana, desde las 7 (“7 y cuarto cuando llego un poco más tarde”) y hasta las 8.30 o 9, se planta frente al enjambre de autos que a esa hora circulan por el lugar con un cartel distinto, donde se pueden leer mensajes optimistas o de esos que quedan picando en nuestras cabezas.

“Este no era el mensaje que iba a escribir hoy, siempre trato de que sea algo positivo. Pero es un día triste y hoy no se puede poner otra cosa”, destacó el jueves en una de las pausas que le dio el semáforo para explicar el “No más violencia, más tolerancia y más amor”, al día siguiente de la masiva marcha del Ni Una Menos.

“Por lo general la gente tiene reacciones positivas. También me han gritado ordinarieces como ‘¡choriplanero!’ o ‘¡andá a trabajar!’. Pero no son ellos los destinatarios de estos mensajes, sino esos que me saludan, me tocan bocina... Otros me saludan y hasta salen por la ventanilla para agradecerme con mucha euforia”, contó mientras avisaba mediante señas a los conductores que prendieran las luces de los vehículos o que se colocaran el cinturón de seguridad.

“Yo soy un loco solo haciendo esto, ¿te imaginás si fuéramos 10.000 lo que sería?”, reflexionó. De hecho, invitó a quien quiera sumarse a ir directamente a ese sitio con un cartel y el mensaje que cada uno quiera transmitir.

Buena onda

El nudo vial de Costanera y Zapata es uno de los puntos de mayor congestión vehicular en el Gran Mendoza. Es el paso casi obligatorio para quienes vienen del este y del sur hacia el Centro. Más si se tiene en cuenta que -por día- ingresa un promedio de 50 mil autos a la Ciudad. A metros del semáforo ubicado antes del viaducto suelen generarse embotellamientos que agotan la paciencia de cualquiera.

Por esta razón Abel se instala allí y en ese horario: “El nudo vial es el lugar donde a uno le cambia la cara a la mañana, el lugar en el que mucha gente empieza su día. Llegando al semáforo hay gente que empieza a meter el auto y pelea por un lugar. Vienen con mala cara, pero uno logra sacarles sonrisas y saludos”.

Trillini hasta se animó a asegurar que su presencia ha contribuido para que bajen los accidentes de tránsito en ese cruce. “Se me ocurre que el Gobierno podría hacer algo así también”, aconsejó.

En ese momento la charla se vio interrumpida por una peatona que esperaba el rojo del semáforo para cruzar. “El cartel del otro día me llegó y me gustó mucho. No lo recuerdo bien, pero se refería a algo de la ilusión y la satisfacción”, le dijo. “Despertate con una ilusión y acostate con una satisfacción”, completó Abel con una sonrisa. “¡Sí, ese!”, aprobó la mujer dándole un fuerte abrazo, respondido con un sincero “Gracias” por nuestro entrevistado.

“Empecé hace un mes porque me di cuenta de que lo tradicional no funciona para mejorar las cosas. Le ponemos leoneras a las casas, cuatro filas más de ladrillos, tres cerraduras, nos enrejamos y no alcanza para vivir tranquilos. Entonces quise ver si esto funciona, ¡y vaya que funciona!”, explicó, y destacó que la experiencia es increíble: “Lo recomiendo como terapia”, resaltó con una sonrisa.

Trillini es feliz de manejar sus propios horarios, lo que le permite pararse en el lugar bien temprano. Incluso, luego de la fama que alcanzó en los últimos días, algunos lo han reconocido y hasta felicitado. “En 1997 me fui a vivir a Estados Unidos. Me había enojado con Menem porque estaba vendiendo todo. Y me decepcioné bastante. Estuve 17 años viviendo allá y volví hace no mucho. Hace un mes me volvió a invadir esa decepción, pero en vez de irme esta vez elegí salir con los carteles”, contó.

Entre tantos momentos inolvidables vividos en estos 30 días, a Abel le cuesta elegir uno solo: “Ayer, una señora puso baliza y paró el auto. Se acercó a preguntarme por el cartel que había escrito (‘Hoy sé el milagro de alguien’) y si tenía alguna vinculación religiosa. Le dije que no, que soy agnóstico, pero que todos podemos ser el milagro de alguien. Ella y el marido se pusieron a llorar. A veces también pasa gente que me pregunta cuál fue el mensaje del día anterior porque no pudieron verlo. Y hay una señora que todos los días pasa y escribe en un papel el mensaje para después mandárselo a los hijos, porque no tiene celular para sacarle fotos”.

Mientras contaba esto, desde el primer auto que aguardaba para cruzar le pidieron que despliegue el cartel, aunque esto retrasara por unos segundos el avance de la interminable fila de autos.

“La mayoría de las frases que escribo son mías. Escucho y leo a muchos motivadores en internet. Me gustaría ir a dar clases a las cárceles y decirle a la gente que allí está que no son una cagada, que cometieron errores como lo hacemos todos. Pero que a ellos los agarraron”, siguió Abel, quien también sueña con llegar a las escuelas con sus mensajes.

"Locura hermosa"

"Grandioso el hombre que construyó un castillo con las piedras que le tiraron” iba a ser la leyenda del cartel del jueves. Pero los 3 femicidios cometidos en Mendoza definieron el mensaje final. “Todos nos ‘tiran piedras’, desconocidos y no. Cuando empecé con esto muchos dijeron que no hiciera el ridículo. Y después esa misma gente me pidió disculpas”, recordó.

Abel vive en el barrio Infanta (Las Heras) junto a su esposa Susana -con quien cada noche piensa y hace un nuevo cartel- y sus hijas Sophia y Melanie. “Ahora mi hija está haciendo un documental con lo de los carteles. Ha sacado una locura hermosa, por suerte”, contó el hombre.

En la casa de los Trillini siempre hay lugar para quien lo necesite: “Ahora hay una madre con su hija que tiene mononucleosis. Las iban a recibir en otro lado, pero como la nena tiene la ‘enfermedad del beso’, les cerraron las puertas. No es justo”.

A futuro, Abel tiene pensado hacer una campaña de abrazos en el Centro. “Hacen falta más abrazos. Cuando termina una guerra, los presidentes de los países involucrados hacen las paces con un abrazo. O una pareja cuando se reconcilia, lo primero que hace es abrazarse”, acotó.

Sin embargo, su prioridad es seguir al menos un mes más en Zapata y Costanera: “No me puedo ir de acá y que quede alguien sin ver los carteles”, se justificó.

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