Dolor, impotencia, cabos sueltos, preguntas sin respuesta. La familia del médico mendocino Alejandro Schneiter cumple hoy un año de duelo, mientras sigue golpeando puertas para comprender qué sucedió en las aguas heladas de la Antártida entre el 18 y el 25 de enero de 2016.
Schneiter estaba haciendo su residencia en el Hospital Naval de Buenos Aires cuando lo llamaron para sumarse como parte de la “dotación complementaria” del ARA Suboficial Castillo, una embarcación de la Armada Argentina que cada año realiza tareas de apoyo durante la Campaña Antártica de Verano. Por su grado de Teniente de Fragata, que tenía desde que se había desempeñado como médico durante una invernada completa en Base Orcadas en 2013, Schneiter tenía poco margen para negarse a embarcar, a pesar de que el viaje interrumpía y postergaba su residencia como médico.
Schneiter zarpó de Mar del Plata en octubre de 2015 y llegó a Ushuaia en diciembre. “En mi vida, ni siquiera en Orcadas, he pasado tanto frío”, le había contado vía Whatssap a su hermana Luciana a propósito del ARA Castillo, un buque construido durante la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos, y adquirido por la Armada Argentina en 1994. Estuvo a bordo, con el barco fondeado, en las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, y en un almuerzo organizado para despedir al capitán Alejandro David Gottifredi. Pero a la asunción de su reemplazante, el capitán Juan Cáceres, no se presentó. No se sentía bien.
El 14 de enero Schneiter pidió un turno con un otorrinoralingólogo del Hospital Regional Ushuaia, que le diagnosticó faringitis pultácea, le recetó antibióticos y corticoides y le sugirió no embarcar hasta no mejorar. Pero el 18 el ARA Castillo zarpó del muelle militar Augusto Lasserre con Schneiter a bordo, que desde el minuto uno estuvo postrado en la enfermería e imposibilitado de cumplir sus tareas oficiales porque él mismo estaba enfermo; una condición que, según el expediente judicial en proceso, era evidente para todos sus compañeros y superiores.
El 25 de enero de 2016 sonó el teléfono en la casa de Luciana Schneiter, en Mendoza. La llamaba el entonces Comandante del Área Naval Austral -y hoy Comandante de Adiestramiento y Alistamiento de la Armada- Luis Enrique López Mazzeo, para comunicarle el fallecimiento de su hermano. La causa de muerte, según describió, era un “infarto no traumático”, una condición que fue repetida al día siguiente en las redes sociales del Ministerio de Defensa, y que enseguida encendió las alarmas de la familia pues, como tal, es inexistente.
La reconstrucción de los hechos ha arrojado que el 22 de enero Alejandro Schneiter, quien no había mejorado desde la partida, pidió mudarse al camarote del Jefe de Máquinas para estar más cerca del baño y evitarse el esfuerzo de bajar y subir una escalera metálica cada vez que tenía que ir. El cambio fue autorizado, pero las camas estaban ocupadas y tuvo que conformarse con un colchón, en el piso.
El buque llegó a Base Esperanza, y durante la mañana del 23, a pedido de Schneiter, el enfermero de a bordo le colocó suero para hidratarlo. Entretanto, se solicitó la visita del médico de Base Esperanza Pablo Dankiewicz, pero la consulta se demoró varias horas debido a la visita del ministro de Defensa, Julio Martínez, y de la nueva cúpula de las Fuerzas Armadas.
Solo cuando éstos abandonaron la base tal como habían llegado -a bordo de un helicóptero MI-17 que los devolvería a la Base Marambio, donde había un avión Hércules a disposición-, Dankiewicz fue trasladado en bote al ARA Castillo, donde revisó a Schneiter, le reformuló su medicación y, mostrándose optimista, le recomendó hacerse ver por el médico de Base Carlini, 48 horas después.
Al día siguiente Schneiter siguió con hidratación intravenosa y tuvo que pedir ayuda para ducharse. “¿Cuánto más había que esperar? ¿Cuál era el indicio que faltaba para que se dieran cuenta de que mi hermano no daba más?”, se pregunta hoy Luciana.
Al llegar a las inmediaciones de Base Carlini el 25 de enero, lo asistieron de urgencia el médico de allí y otro que llegó desde un buque uruguayo. Las tareas de reanimación no lograron salvar a Alejandro, que falleció poco después de las 14.
Su padre, Arturo Schneiter, emprendió acciones legales inmediatas para averiguar si hubo abandono de persona a bordo de ese buque de 1944.
La causa está asentada en Ushuaia, a cargo del juez Federico Calvete. Arturo falleció el 1 de junio de 2016, sin enterarse de cuál fue la razón de la evitable muerte de su hijo.
¿Por qué no fue evacuado, o por lo menos desembarcado en Base Esperanza, donde podrían haberlo atendido mejor? ¿Fue porque sus superiores no repararon en la gravedad de su estado? ¿Fue para no darle una “mala impresión” al ministro entrante? ¿Fue por un letal problema de comunicación? ¿Por qué lo dejaron embarcar en primer lugar? Los familiares esperan que este año las autoridades navales responsables de la integridad de Alejandro den las respuestas que, hasta ahora, les han negado.
Las dudas
1. La familia espera que se le tome declaración a los superiores de Alejandro Schneiter y a los médicos que lo atendieron en las bases antárticas.
2. La pericia de los efectos electrónicos que Schneiter llevaba consigo fue ordenada en marzo de 2016 y aún no hay resultados. El teléfono celular del médico fue encontrado sin su tarjeta SIM.