A setenta años del día en que aparecieron los “platos voladores”

Hoy, 24 de junio de 2017, se cumplen 70 años desde que aparecieron los "platos voladores" en los cielos del mundo, un enigma que -desde entonces y hasta hoy- sigue dividiendo las opiniones entre la refutación y la creencia. La posibilidad de que seres de otro planeta se hayan interesado en visitar el violento mundo en que vivimos es motivo de encendidas polémicas en las charlas de sobremesa de los asados domingueros pero también lo es en los claustros académicos, los casinos militares, o los cafés ufológicos. Tratándose de ovnis, puede cambiar el vocabulario pero no la pasión para defender posiciones totalmente antagónicas.

Cabe detenerse en aquel 24 de junio de 1947, en ese hito, en ese punto de inflexión, que marcó la escena fundacional de los llamados "flying saucers", "platos voladores" o "platillos volantes".

Por esas épocas se hablaba de misteriosas esferas de luz que perseguían a los aviones militares, casos resumidos en expedientes que automáticamente recibían el sello de "secreto" o "confidencial", pero un hecho fortuito comenzaría a resquebrajar el cerco militar que rodeaba a esos "expedientes X". El 24 de junio de 1947, un piloto civil daría ese primer paso para que los ciudadanos impongan su protagonismo de ahí en más y para siempre.

Kenneth Arnold era un empresario instalador de equipos contra incendios en diferentes ciudades de Estados Unidos. Había comprado una avioneta Callair triplaza para atender a los clientes de las zonas rurales alejadas. A las 14 de aquel 24 de junio, la Callair piloteada por Arnold decoló de Chehalis rumbo a Yakima, ambas localidades en el estado de Washington. En principio sobrevoló el monte Rainier para colaborar en el rastreo de un Curtiss C-46 de la Marina que había desaparecido días atrás, por cuya localización ofrecían 5.000 dólares de recompensa. La búsqueda fue infructuosa, de modo que tomó altura hasta 9.200 pies y enfiló hacia su destino final en Yakima. Casi eran las tres de una de esas tardes en que el cielo y el aire se ven limpios como un cristal. En eso, un intenso reflejo lo sobresaltó, miró en derredor y descubrió a lo lejos nueve objetos que avanzaban alineados en diagonal, metálicos, muy veloces. Además de ese desplazamiento general en recta, cada dos o tres segundos cambiaban ligeramente de posición, causando esos reflejos de sol que lo habían sorprendido.

En esa tarde límpida se veían con nitidez sobre los picos aunque estaban a unos 40 km. Pensó que se trataba de aviones experimentales a chorro, pero le llamó la atención la ausencia de cola, tenían forma de búmeran o de ala delta redondeada por delante, pudo verlos por casi tres minutos hasta que los ocultó el monte Adams. Fueron esos tres minutos en que terminó la observación y comenzó la historia.

Al aterrizar en Yakima un piloto amigo se rió de su relato y no le creyó, acaso Arnold sintió en carne propia por primera vez que hablar de estos temas puede causar la descalificación y el ridículo.

Ese mismo jueves voló hasta Pendlenton, Oregon, donde trató de informar al FBI, pero las oficinas ya estaban cerradas. Ofuscado, Arnold habló con varias personas más, entre ellas un periodista del East Oregonian (antiguo diario de Oregón). Cuando éste lo interrogó acerca de cómo se movían los objetos, el piloto respondió que zigzagueaban como un plato arrojado al agua para que rebote y salte. En efecto, el empresario comparaba el movimiento con el conocido juego infantil que en Argentina se denomina "hacer patito" o "hacer sapito", aunque existe un término mucho más culto y poco conocido para definirlo: "epostracismo".

Y los diarios, que siempre simplifican todo, titularon a secas que se habían visto "platos voladores". Lo curioso es que a partir de entonces diferentes personas en el mundo juran haber visto objetos con forma de platos voladores, en tanto que Arnold solo había usado esa metáfora para explicar el movimiento de las nueve medialunas metálicas que observó.

La era de los platos voladores había comenzado, los ciudadanos civiles y la prensa pasaron a ser actores protagónicos en un asunto que hasta entonces se había mantenido reservado tras los muros de los cuarteles militares.

Para usar un término actual, el tema "se viralizó" en todos los países, sin distinción de continentes, de idiomas o de religiones, se multiplicaron los testimonios, las fotos, las notas de prensa. Muy pocos días después del avistaje de Arnold, el 10 de julio de 1947, otro hecho conmocionaría al mundo: El estrellamiento de un artefacto desconocido en Roswell, Nuevo México, del cual se habrían rescatado los cuerpos de seres de pequeña talla, según relatos de granjeros, militares y rumores que siguen generando controversias hasta hoy.

Ante la necesidad de una definición técnica, el capitán Edward J. Ruppelt, primer director del Proyecto Libro Azul, acuñó para la posteridad la sigla UFO (Unidentified Flying Object), traducida como ovni a nuestro idioma.

El astrónomo Joseph Allen Hynek fue uno de los primeros en dar un enfoque científico al nuevo fenómeno, y finalmente terminó creando su famosa clasificación de encuentros del primero, segundo y tercer tipo. A comienzos de los años '50 un polaco llamado George Adamski anunció recibir mensajes de Venus e inauguró la era de los "grupos de contacto". Ya estaban desplegadas las tres ramas centrales de la naciente ufología: la periodística, la científica y la mística.

Aquel 24 de junio de 1947 debutó el protagonismo ciudadano en la observación, la difusión y el estudio del fenómeno ovni, se selló para siempre un vínculo entre los testigos, los investigadores, los medios de comunicación y una opinión pública dispuesta a validar estas historias extraordinarias. Los ovnis comenzaban a integrar un mito activo, viviente, universal, en el cual la creencia y la refutación no admiten términos medios.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.

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