“¡Ya estamos en capilla, mi amigo!”

“¡Ya estamos en capilla,  mi amigo!”

El 1º de agosto de 1816 el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata nombra a San Martín como General en Jefe del Ejército de los Andes, marcando así el hito con el que comenzaba a cristalizarse el comienzo de la epopeya continental que tendría en el Cruce de los Andes la primera batalla a librar de la “Gran Empresa Cuyana”.

Los años de la Gobernación Intendencia de Cuyo, desde setiembre de 1814 a agosto de 1816, permitieron a San Martín convertir a Mendoza, San Juan y San Luis en la fuente inagotable de recursos que puso en pie al Ejército Libertador de los Andes, al tiempo que su “Ínsula cuyana” se transformó también en la base de su poder político, desde la que influyó para la convocatoria y posterior reunión del Congreso de Tucumán y finalmente en la Declaración de la Independencia, a través de la decidida acción de los diputados por Cuyo que actuaron bajo su influjo. Sin duda en Mendoza durante esos años San Martín logró realizarse plenamente como gobernante, destacado organizador y administrador, estratega militar, político consumado y brillante estadista, pero también con igual éxito como vecino, amigo y padre de familia mientras trazaba los destinos de América.

Durante los últimos meses de 1816, el General San Martín intensificó sus desvelos para dar inicio a la campaña continental con la que planeaba la liberación americana, su correspondencia de esos días así lo sugiere, y el 12 de noviembre de 1816, en una corta pero enérgica misiva, decía a Tomas Godoy Cruz, diputado por Cuyo ante el Congreso de Tucumán: “Ya estamos en capilla, mi amigo, para nuestra expedición, por esto calcule usted cómo estará mi triste y estúpida cabeza, baste decir a usted, que para moverme necesito 13.000 mulas, que todo es preciso buscarlo y sin un solo real, pero estamos en la inmortal provincia de Cuyo y todo se hace; no hay voces, no hay palabras para expresar lo que son estos habitantes...”, dando claras muestras de los esfuerzos que los cuyanos habían realizado por la causa de la Independencia.

Poco antes, en otra carta de igual tenor y al mismo destinatario, había escrito: “No veo la hora de que el Congreso se traslade a Buenos Aires y el Director a Córdoba. No puede usted persuadirse cómo estoy de quehaceres; baste decir a usted que apenas tengo tiempo para el preciso descanso, pues todo se va aprontando gracias a los buenos deseos y ayuda que me dan estos buenos vecinos; con otra provincia como ésta, todo estaría concluido en breve (...) Todo está bien, el dinero escasea mucho, pero por esto nada deja de hacerse. No hay tiempo para más, mis afectos a mis amigos Laprida, Maza y padre Oro. Su amigo sincero y eterno”.

Las horas del día faltaban y las de sueño eran muy pocas en los días previos al inicio del Cruce de los Andes; San Martín había dejado ya el despacho de Gobernador, habiendo sido designado en su reemplazo Toribio Luzuriaga, para instalarse definitivamente en el Campamento El Plumerillo y seguir de cerca los últimos preparativos, participando incluso personalmente en el entrenamiento de los reclutas.

El 9 de enero, por órdenes del propio General San Martín, el teniente coronel Juan Manuel Cabot partió desde El Plumerillo al mando de 60 hombres rumbo a San Juan, donde, luego de robustecer sus fuerzas con tropas milicianas, emprendió la travesía de 14 días por el paso de Guana hacia la provincia de Coquimbo.  Luego comenzaba el movimiento escalonado de las diferentes columnas: el 14 de enero la división al mando del capitán Ramón Freire para continuar por Luján, pasando por la estancia de El Carrizal, el Valle de Uco, por la línea de los Fuertes de San Carlos y San Rafael para tomar el paso del Planchón con la misión de simular el cruce del grueso del Ejército atacando por el sur; al día siguiente, 15 de enero, iniciaba su marcha desde el norte la columna al mando del teniente coronel Francisco de Zelada, con tropas que Belgrano había destinado para colaborar con la estrategia de distracción de San Martín y con destino a Copiapó por el paso de Come Caballos; en tanto que el grueso del Ejército inició su marcha desde el campamento los días 17 y 18 de enero para alcanzar la rutas de los Patos y Uspallata, respectivamente, en tanto que el 19 de enero partía la última columna al mando del capitán José León Lemos quien tomaría la ruta del Paso del Portillo.

El 24 de enero, horas antes de iniciar su marcha para sumarse a la columna principal, San Martín escribía una nueva carta a Godoy Cruz en la que le informaba: “El 18 empezó a salir el ejército y hoy concluye el todo de verificarlo, para el 6 estaremos en el valle de Aconcagua, Dios mediante, y para el 15 ya Chile es de vida o muerte. Esta tarde salgo a alcanzar las primeras divisiones del ejército, todos han salido bien y hasta ahora no ha ocurrido novedad de consideración. Dios nos dé acierto, mi amigo, para salir bien de tamaña empresa. Hasta otra vez que le repita lo mucho que lo ama su amigo. José de San Martín”.

El Cruce de los Andes, la Gran Empresa Cuyana, preparada durante dos largos años daba comienzo, el futuro Libertador emprendía su derrotero hacia la gloria, dejando grabado en el coloso andino el esfuerzo y sacrificio de Cuyo por la causa del continente americano.

Durante todo este mes de enero recordaremos el Bicentenario de los hitos de aquella gesta en la que Mendoza y San Martín fueron protagonistas.

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