¿Qué quieren los viñateros?

“El precio promedio de las uvas tintas en el período 2003-2016, descontando la inflación, fue $ 71 el quintal, mientras que en 2015 fue $ 34 el quintal: 52% menos que el promedio”

Hace un año discutíamos por los excedentes vínicos. Hoy el principal problema es la escasez.

Con la excusa de estos excedentes los compradores de uva pagaron bajísimos precios, muy por debajo de los costos y precios históricos, lo que hizo que desaparecieran entre 30 mil y 40 mil hectáreas, lo que implica cientos de productores menos y la extinción de miles de puestos de trabajo… ¿Alguien vio esto?

El precio promedio de las uvas tintas en el período 2003/2016, descontando la inflación, fue 71 pesos el quintal, mientras que en 2015 fue 34 pesos el quintal, es decir un 52% menos que el promedio. Algo similar ocurrió con las uvas blancas varietales y las rosadas.

En 2016 la naturaleza corrigió, a nivel de todo el sector, lo que las personas no pudieron o quisieron corregir.

La cosecha más baja en Mendoza en casi 60 años llevó al sector al otro extremo ya que las proyecciones de venta indican que para el cierre del ciclo productivo 2016 -sin considerar la cosecha 2017- aun con una caída en las ventas totales cercana al 10%, la disponibilidad de vino estaría en niveles mínimos, esto es contar con vino para tres meses de ventas.

Ahora, pasada la crisis, hemos recuperado el “equilibrio” ya que no hay excedentes de ningún tipo de vino y el mercado tanto externo como interno están en relativa recesión.

Tanto el sector público, como el privado que sobrevivió, están abocados, y con razón, a recuperar inversiones, mercados y a encontrar mecanismos que eviten esa producción de excedentes o faltantes que “desequilibran” la actividad.

Ninguno de ellos menciona que el anterior “desequilibrio” ocasionó la pérdida de las 30 mil o 40 mil hectáreas con sus productores y trabajadores a cuestas. Se hizo un “ajuste” del sector. Unos pocos ganaron, es decir, ganaron sectores de mercado a costa de los que lo perdieron y pagando la uva por debajo de su costo, lo que les permitió nuevas inversiones y mejoras tecnológicas. Eso es bueno y necesario que suceda, pero eso fue a costa de los viñateros desaparecidos y empobrecidos. Esto es lo que no podemos obviar como si no hubiera ocurrido.

Entonces, cuando todos los involucrados, sectores público y privado, se reúnen para volver a crecer, nosotros estamos dispuestos a acompañarlos, pero no pueden ignorar lo que pasó y está claro que lo ignoran cuando, entre las medidas a implementar, ninguna está destinada a garantizar que los abusos que cometieron ayer sobre el productor, matando a muchos de nosotros, no se repitan.

Hablan de atraer inversión, en especial, el sector público; hablan obsesivamente de este tema. Nosotros preguntamos: ¿Qué inversión y con qué reglas? Inversión para seguir concentrando la actividad en tres o cuatro y con sucesivas crisis de excedente y así terminar de matar a los viñateros que quedamos? ¿O van, de una vez por todas, a incluir en las medidas a implementar un sistema que garantice una razonable distribución de la renta entre todos los actores de la cadena incluyéndonos a nosotros?

Nos invitan a todas las mesas y reuniones, pero se niegan sistemáticamente a buscar un sistema que, insisto, garantice al productor que si produce una buena uva, que el mercado acepte, va a recibir por su esfuerzo un precio razonable acorde con lo que paga el consumidor.

Exactamente, esto es todo lo contrario de lo que hicieron estos cuatro o cinco últimos años. Pagaron por las muy buenas uvas que indispensablemente necesitan para sus vinos, precios viles. Abusivamente viles, con la excusa del sobrestock. Y el sector público, cómplice de este abuso, con la excusa de la búsqueda del equilibrio macro económico, que tampoco logró, todo lo contrario, hizo oídos sordos a nuestras innumerables protestas.

A nadie se le puede pedir que colabore con su paciencia y comprensión en la construcción de un sistema que lo excluye y margina. Si quieren entonces que los viñateros acompañemos esta nueva etapa de la vitivinicultura, luego de la tremenda crisis, que pagamos sólo nosotros, en busca de nuevas inversiones, transformaciones tecnológicas, innovación en los vinos a elaborar, nuevos mercados, todo lo que entendemos es necesario que ocurra. Deben incluir en los planes medidas efectivas tendientes a garantizar que participaremos equitativamente de la renta a producir.

No nos vengan con el cuento de que el precio lo pone el mercado: ¡Mentira! Lo ponen ustedes, entre tres o cuatro y mandan a sus gerentes prometiéndoles bonos extraordinarios a que compren la uva a precio vil. Esto hicieron estos años.

Estamos dispuestos a sentarnos de nuevo a la mesa, pero con garantías de que lo que pasó no volverá a ocurrir. Si no, no cuenten con nosotros.

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