Más como mafioso que como demócrata

El ex jefe del FBI-despedido por el presidente- dijo ante congresistas que Trump lo presionó para no investigar el caso “Russiagate” y a Michael Flynn.

Es difícil calcular la gravedad de las heridas que le infligió la declaración de James Comey a Donald Trump.

Los representantes de Comey, el consumado actor cuyo propio instinto por lo dramático rivaliza con el de Trump, solicitaron el miércoles que se diera a conocer su discurso inicial, increíblemente detallado, antes de su comparecencia ante el Senado el jueves.

Si se cree en dicha declaración, hay que restarle valor a que Trump es un mentiroso, un intimidador y un criminal. Se debe restar valor a que Trump tiene una necesidad incontenible de rodearse no sólo de leales, sino también de lacayos. Se le debe restar valor a que Trump es un obseso de las marcas -de su propia marca - y que se debe debilitar cualquier cosa que mancille a esa marca. Se le debe restar valor a que se trata del caso más completo y convincente hasta ahora de que Trump, en efecto, obstruyó la justicia.

Los comentarios de Trump, como se alega en la declaración de Comey, hacen que suene más como un jefe mafioso que como el presidente de una democracia.

Comey relata que en la cena del 27 de enero, él solo con Trump, en el salón Verde de la Casa Blanca, éste le demandó: “Yo necesito lealtad; yo espero lealtad”. Esto sucedió después de que pareció, implícitamente, amenazar el empleo de Comey: “El presidente empezó por preguntarme si quería quedarme como director de la FBI, lo que encontré extraño porque ya me había dicho en dos conversaciones anteriores que esperaba que me quedara y yo le había asegurado que tenía la intención de hacerlo. Dijo que muchas personas querían mi trabajo y que, dado el abuso que había cometido el año anterior, él entendería si yo quería irme”.

Trump también fue insistente en que Comey dijera públicamente que en ese momento no estaba bajo investigación -no necesariamente los miembros de su equipo de campaña- porque “la nube” de la sospecha que se había creado impedía su avance como presidente. Como lo recuerda Comey, Trump dijo que haría lo que le aconsejara y haría que el abogado de la Casa Blanca se contactara con los directivos del Departamento de Justicia para hacer la solicitud de una declaración pública, pero, entonces, añadió:

“Me dijo repetidamente: ‘Necesitamos sacar el hecho’. (Yo no le dije al presidente que la FBI y el Departamento de Justicia habían sido renuentes a hacer declaraciones públicas de que no teníamos una causa abierta sobre el presidente Trump por diversas razones; la más importante, porque crearía un deber de corregir, si eso cambiara.)”.

Trump estaba obsesionado con el dosier de dichos sin corroborar compilados por un ex espía británico, incluida la aseveración explosiva de que las autoridades rusas creían que podrían explotar exitosamente “las obsesiones personales y la perversión sexual (de Trump) para poder obtener ‘kompromat’ (material comprometedor) adecuado sobre él”.

Y continúa el relato: “Según la fuente D, que estuvo presente, la conducta (pervertida) de Trump en Moscú incluyó contratar la suite presidencial en el hotel Ritz Carlton, donde sabía que se habían hospedado el presidente y la señora Obama (a quienes odiaba) en uno de sus viajes oficiales a Rusia, y deshonrando la cama donde habían dormido, empleó a varias prostitutas para que realizaran frente a él un espectáculo de “duchas doradas” (micciones)”.

Insistencia por Flynn

Según la declaración de Comey, Trump estaba tan molesto por los detalles en el dosier que en una cena en el salón Verde de la Casa Blanca dijo que estaba considerando ordenarme investigar el supuesto incidente para demostrar que no sucedió”.

Demuestra las inexplicables e incesantes solicitudes en nombre de su depuesto asesor en seguridad nacional, Michael Flynn; Trump le imploró a Comey que abandonara la investigación de Flynn. En un momento dado, Comey cita que Trump dijo: “Espero que veas claro el camino para abandonar esto, dejar en paz a Flynn. Es un buen tipo”.

Comey escribió sobre ese intercambio: “Rápidamente preparé un memorándum no clasificado, relativo a la conversación sobre Flynn y hablé sobre el asunto con altos directivos de la FBI. Yo había entendido que el presidente estaba solicitando que dejáramos cualquier investigación de Flynn en conexión con declaraciones falsas sobre sus conversaciones con el embajador ruso en diciembre. Yo no entendía que el presidente estuviera hablando de una investigación más amplia a Rusia o los posibles vínculos con su campaña electoral. Yo podría estar equivocado, pero yo asumí que se estaba centrando en lo que acababa de pasar con la salida de Flynn y la controversia en torno a su versión de sus llamadas telefónicas. En cualquier caso, era muy preocupante dado el papel de la FBI como un servicio investigador independiente”.

La ironía suprema aquí es que, aparentemente, no se estaba investigando a Trump en ese momento, pero sus reacciones a la investigación misma y su narcisismo enfurecido pueden haberlo colocado en el centro de una investigación todavía más ominosa.

No sé si alguna vez se le levanten cargos penales al presidente. No sé si al final lo someterán a proceso de destitución. El juicio penal y el proceso de destitución siguen siendo una posibilidad, aunque puede ser que nunca se manifiesten.

Sin embargo, estoy absolutamente seguro de que el panorama que está surgiendo de las predilecciones y pecadillos de Trump reafirman y fortalecen mi punto de vista sobre él: es absolutamente no apto para el cargo, y una mancha para esta nación y el mundo. Trump no debería estar en una mansión con columnas blancas, sino en una celda con barrotes negros.

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