“Decían que nos iban a matar”

La piel prensada con tenazas, golpes de martillo: cuatro días de arresto dejaron en Luis una cicatriz imborrable. Su consuelo, estar en libertad, pero cientos de venezolanos detenidos en protestas contra el presidente Nicolás Maduro afrontan largas condenas.

Luis -nombre ficticio para preservar su identidad- es una de las 4.000 personas que según la Fiscalía han sido capturadas en cuatro meses de manifestaciones que exigen la salida del poder de Maduro.

“Decían que nos iban a matar, picar en trozos y tirar al río Guaire”, relató el delgado oficinista de 30 años, detenido el 4 de julio por militares en Caracas.

Cuenta que entre puñetazos, tirones de pelo y pisotones, un uniformado le prensó con una tenaza la piel del abdomen y los brazos, mientras lo llamaba “terrorista”. Con un martillo también le golpeó las rodillas y los codos.

La ONG Foro Penal, que cifra en 4.500 los arrestos, asegura que un millar de personas siguen presas, unas 300 por orden de tribunales militares.

Entre ellos figuran jóvenes que apenas superan la mayoría de edad, algunos condenados y otros esperando sentencia.

La fiscal general, Luisa Ortega, denuncia abusos de las fuerzas de seguridad, a las que atribuye directamente una veintena de las 106 muertes ocurridas durante las protestas. Hay “terrorismo de Estado”, afirma esta chavista que rompió con Maduro.

El presidente y su ministro de Defensa, Vladimir Padrino, han advertido que no tolerarán abusos, pero denuncian “actos de barbarie” de la oposición para derrocar al gobierno. El defensor del pueblo, el oficialista Tarek William Saab, niega que los tratos crueles sean una práctica generalizada.

Un tribunal civil le concedió a Luis libertad plena. Otros no tienen esa suerte.

A sus 18 años, Abraham Quiroz podría ser condenado por un juez militar a 18 de prisión. “¡Papá, sácame de aquí! Me siento mal. No puedo respirar”, le rogó llorando Abraham a su padre, Nicolás, en una breve llamada telefónica desde un penal de alta seguridad. Fue detenido el 2 de julio en Maracay (centro) junto con otros 26 jóvenes, y de allí trasladado a una cárcel a 20 horas de distancia por carretera.

“Es una injusticia bárbara”, declaró Nicolás con la voz temblorosa de rabia, al denunciar que su único hijo fue golpeado fuertemente en las costillas.

El día de la captura, militares y manifestantes se habían enfrentado cerca de una universidad pública, donde un grupo de muchachos decidió refugiarse y pasar la noche. Unos 40 hombres encapuchados y armados irrumpieron en la madrugada y se los llevaron, relataron estudiantes y familiares.

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